sábado, 13 de mayo de 2017

DE MOQUEGUA

1- LA CAMPANA DE EL ABOGADO

¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan!  Se va pintando la campiña con al tañido uno acá, otro allá, en cada rincón un pincelazo sonoro. Viñas enanas, viejas señoras sentadas en la ladera una al lado de otras, escondiendo en sus faltriqueras de hojas, racimos de dulces uvas negras, blancas, Rosa del Perú, quebranta, Italia, etc.; cuentas de rosario en rezo de sabor de la mañana. Verde paisaje impregnado de trinos de jilgueros, arrullos de palomas. Culebrea, quieto el angosto callejón con paredes de pirca; marchan en fila las piedras tomadas de las manos con el barro callejón de la cuchilla de Estuquiña; en el se cayeron del bolsillo de la vida los rastros y las huellas. Cinta liquida de plata cantarina la acequia, en su caudal moribundo circulaban palos raquíticos, ilusiones juveniles juegos y penas. El agua conversaba con los helechos y gramas de amoríos inocentes de alegres mozas. Arroyo, balneario recreo en tiempo de Carnaval. Toda la edad, arteria nutricia de toda la campiña.  ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! Golpe metálico de tañidos cabalga entre huertas de toda la campiña.
Dalia marchita por los años, el rostro de doña Isabel se iluminó al salir de los pétalos de sus labios una voz suave y firme.
- ¡ La campana del Abogado está sonando segura, ya entró el río! ¡Gracias a Dios ya tenemos agua nueva¡
Sabino su hijo mayor dijo a sus hermanos: - ¡Vamos a ver el Barroso está sonando fuerte!  - Refiriéndose al río. La ladera se le hizo pampa ante los pies descalzos de Sabino  y sus hermanos, llegaron a la ribera del río que con los sauces es esquelética caja torácica del cauce. El viejo ajado por la mano del tiempo, Timoteo parado a la orilla del río exclamó:
 - ¡Mes de enero, agua primero. Febrero loco, agua un poco. Marzo tercero agua espero. ¡Abril agua mil! - Era un caudal de chocolate espumoso servido por las lluvias, las chilcas, cañas y sauces eran la canela en aquel jarro.
- ¡Quién se habrá quedado en la otra banda está cargando piedra! Exclamó Timoteo.  - ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! La campana con su metálico canto, alarma incesante avisaba que el río había entrado. Tañidos diarios que indicaban la hora para la peonada, cotidiano tañer y repiqueteo grabó con escritura invisible de sonoras hondas el cerebro; arcilla húmeda de Santiago. Le talló con martillazos de bronce una gran incógnita -¿Dónde estará la campana? ¿Quién la tocará? ¿Cómo sabrán para avisar? - ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! Otro día Doña Isabel dijo:
- ¡Llaman a reunión tenemos que ir a la escuela! - La escuela única luz para la ruta obscura de los retoños del pago, situada como cabeza al inicio del callejón. Comenzó allá a llegar gente Primero un hombre con pies de adobes rajados por el sol ardiente, su mirar de brisa matutina, rudo tal cual los molles viejos de la quebrada. Otro con un zurriago, en el hombro recio como los cerros. Una mujer seca con geográfica cara, hoja quebrada por el tiempo, taciturna, llamada, Ciriaca. Cayeron cual frutos maduros de chirimoyas los habitantes de la campiña. Alipio el Gobernador, robusto hombre de hablar tranquilo, dijo:
- ¡Quieren hachar las matas de pacay por orden del Ministerio. Dicen que hay que terminar con la plaga de la mosca de la fruta! - Árida la anciana, le brotaron dos puquios en los ojos y entre sollozos exclamó:
 - ¡Qué me corten la cabeza primero. ! ¿Qué les hacen los árboles? Siempre dan alguito para mis nietos aún que sea.  - Todos dijeron:
 - ¡No dejaremos que los corten! 
Se deshojaron los días de las ramas de 10 meses. Una tarde impregnó con voz de bronce los senderos. Punto de reunión la escuela, está vez atraparon ladrones de fruta en el fundo Los Velarde, pedían ayuda para llevarlos a Moquegua. Una mañana la campana gritó frenéticamente, era para avisar que se querían llevar la profesora de la escuela. Siempre las notas sonoras se quedaban escritas en pentagramas de surcos, huertas y montes. A veces suaves cual susurros, otras alaridos algunas implorantes socorros. Tañido cual suspiro de recuerdos se quedó vagabundo en el valle. El pensamiento amanecido de Santiago se sorprendía constantemente ante aquel lenguaje de bronco metal. Pasaban los días como el agua de la acequia uno que llegó con espumas blancas y también una visita a la casa del padre de Santiago éste lo llamó y le dijo:
- ¡ Anda a comprar una cuartilla de vino a la bodega del Abogado para tomar con mi compadre que ha llegado de Ilo! - callejón abajo, en orfandad de creencia, de mano con su silbido y la otra con el porongo llegó Santiago hasta la tranquera del fundo del Abogado
- ¡SEÑORAAAA! ¡SEÑORAAAA! - La voz del chiquillo. Atentos guardianes, los perros contestaron con ladridos, tras ellos una mujer de mediana estatura.
- ¡FUERAAA! ¡FUERAA! Pasa hijo ¿Qué quieres?
-. Dice mi papá que le venda una cuartilla de vino. - Caminó Santiago tras la señora de tez blanca. Ahí estaba la bodega de cuerpo de adobes, aguda cabellera su mojinete, sonrientes labios con dientes de hierro forjado las ventanas, los brazos, cruzados el portón de tosca madera.
- Espera acá hijo voy a traer la llave.-  Perdido en nube de ilusión el niño pensó - ¿Donde estará la campana? - Regresó la mujer de cabellos de noche nublada, ojos de luna de mayo, sonrisa de estrellas, vino con una enorme llave al darle vueltas protestó con chillidos soltando sus manos. En el interior de la bodega hacia el lado izquierdo un gigante balde de madera, la gran cuba, lugar donde pisaban las uvas, situado en alto donde partía como larga asa un canal de piedras calizas por el cual se repartía el mosto a las preñadas boconas tinajas. Ante esta visión Santiago quedó perplejo.
La señora tomó en sus manos un tapón de pipa y comenzó a golpear las duelas de las pipas, estas respondieron con diferentes tonos contestando al llamado, borrachas pletóricas de vino se habían quedado dormidas unas al lado de otras. Con una manguera, cual sanguijuela saco sangre etílica de las rechonchas señoras.
-¡Trae tu porongo. No te doy vino eres muy chico para darte trago!. El porongo llenó de vino. Santiago alargó la mano con un billete de cinco soles. - ¡Tengo que darte vuelto ven conmigo!. El pequeño comprador tras la dueña, a la derecha corrales de ovejas, chanchos, gallinas que en destartalado coro parecían cantar todos hambrientos. Llegaron a un costado de un cobertizo que sus brazos era un balcón largo de hierro y madera tendido contemplaba la ladera, el piso era de pequeñas piedras blancas y negras formaban figuras de trébol y corazones, cartas de casino de la bodega en el juego de la vida. En el centro una mesa, señora de gruesos muslos con falda de hule, en su regazo aguardaban ser almuerzo, repollos, choclos, racachas. En el ala derecha una puerta tallada alargaba una alfombra de sombra obscura, a su lado ojo único con pestañas de hierro forjado, cejas de enredaderas, un ventanal por el cual se podía ver en su interior el dormitorio, una vitrola RCA Víctor sobre un mueble color caoba acompañada por un moreno lamparín confidente de la familia. Santiago se asomó al balcón en sus ojos relámpagos de sorpresa. Allá dos enormes recipientes color plomizo, gigantes intestinos metálicos, culebras dormidas de latón. En la parte baja de estas enormes teteras una boca de horno que tragaba leña de molle, eran los alambiques estaban destilando. Escudriño con su mirada. Santiago se preguntó ¿y la campana?. Sin querer llegó su mirada hacia el extremo del alero. Allá pendiente de una luma arete de la casa, la campana del Abogado. Era un sombrero de un gigante invisible quieta, indiferente, verde obscura, una soga pendía del badajo tal enorme cola, que se movía con el viento meciendo el tiempo, bocona, misteriosa, recia, fuerte. Las figuras en alto relieve de su borde realzaban su nobleza. Su interior bruñido por los golpes esperando retornar para decir algo. El viril badajo, gota péndula de rocío de bronce en la campanilla enorme del alero. Pistilo golpeante. El fondo obscuro de la campana brillante, envejecido por los golpes, conocedor de avisos y comunicación. Era tal vez una palta, aguacate, era fruto metálico maduro de la bodega cascabel de la campiña. Cencerro de caudillo.
-¡Toma tu vuelto! Dijo la señora. Esas palabras hicieron volver de su fantasía al comprador. Regresó con su porongo lleno de vino. La edad se le empozó a Santiago y fue sordo al tañer de la campana que antes fue familiar, luego compañía, después esperanza, luego ilusión. Las vides enfermaron gravemente, agonizaban sin atención sin santos óleos, también la pollera de bronce, murieron secas unas, la otra en el olvido. Se despidieron las viñas con sus moños en alto arañando agua del cielo. La campana enmudeció se olvidó el cantar, se quebró su voz una tarde que llegó lerda. A las pipas se les secó su sangre de vino, se la cayeron las duelas, como al viejo los dientes, los zunchos cual costillas de esqueletos. Las tinajas secaron su vientre con polvo de olvido. El último tañido de la campana quedó chorreando notas metálicas en el tiempo. Santiago hoy donde se encuentre seguro siente un ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! Que llama a una reunión de recuerdos, para hacer una asamblea de sentimientos. Tal vez hoy se pregunte -¿Cómo sabían tan rápido de los aconteceres del lugar?- Santiago no lo sabe. Sólo sabe que el tañer del alma anuncia que el río de la vida se está secando y el labio invisible de la campana del abogado le pide un beso vibrátil de despedida.

 2 Molles y vilca





“Loma Quemada” fundo en el “Alto de la Villa” encuadrados por paredes de piedra y barro, molles, sauces e higueras, los terrenos, que eran cuidadosamente cultivados por don Ricardo Chaparro casado con doña Manuela Nogal, mujer noble y sencilla, de pecho pletórico, de bondad y amor. La casa recostada en el camino, de terrosas paredes, como visera una ramada de cañas daba morada a la naciente familia. El guardián un esquelético perro, se sostenía en hambre y pulgas. A doña Manuela Nogal se le cayó la vida en el pozo negro de la muerte, al nacer su primer hijo, dejando a su Ricardo acompañado de un pedacito de carne palpitante, su hijo, enorme dolor y un vacío espiritual de penas. A su primogénito lo llamó Abel. El duelo negra ave depresiva cruzó rápidamente el cielo nublado de Ricardo y se perdió en el horizonte de esperanza al conocer a Gumercinda Salvatierra. A Abel padre y madrastra lo criaron bajo el fantasma de la amenaza, el verdugo del látigo, el dolor de las privaciones y el grillete del hambre, Cada travesura de inocente niño estaba sentenciado por el código cruel de la madrastra. Así vivió 11 años entre zurras, hambre, privaciones y pobreza. Abel de naturaleza recia y rebelde como las plantas de yaros que crecían en la quebrada resistía impávido momentáneamente. El sol lanzaba sus rayos candentes dorando el valle, en esos días de quietud y estío de Moquegua. Abel con su fiel compañero siempre el hambre, salió a buscar alimento con una honda en la mano y desdichas en los bolsillos, se fue a casar torcacitas, entre las rubias y ondeantes cabelleras de trigales, como trofeo de caza obtuvo cinco torcacitas. Con palos secos de molle, melancolía y necesidad atizó el improvisado fogón, donde en una lata asaba las torcazas, las avecillas asadas eran manjar y banquete cuyo sabor solo le duró unos instantes, pues una traviesa chispa haciéndole una mala jugada a Abel saltó hacia la rubia paja de trigo y se produjo un incendio, Abel desesperadamente trató de apagar el fuego, pero fue en vano su esfuerzo. Se apoderó de su ser la angustia y el llanto nubló sus ojos. Su mente de niño se iluminó con la idea de fugarse, corrió hacia la casa, cogió una talega donde puso unos destartalados zapatos, un tacho de hojalata para agua, unos pantalones rotos y dos monedas de plata de nueve décimos de su padre que ahorró y escondía enterrados en la pata de la cama. Con la talega al hombro, llena de harapos y nostálgicos recuerdos y temores, le pesaba más, aumentaba la carga al pesar de su alma, así partió acompañado por sentimientos, esperanzas, ilusiones e incertidumbres. Con pasos dubitativos llegó a las vías del tren al verlas dijo para sí: “por acá llegaré a Ilo”. La noche bruja de negro vestido salpicado de lentejuelas de estrellas, botones de luceros, le trajo de regalo miedo y frío, pero Abel aferrado a sus pies prosiguió su caminata. Sin saber cuando ni donde, el sueño lo abrigó con sus manos de descanso. El trinar de los pájaros, la brisa con su llanto el rocío de alborada lo acariciaron despertándolo al final del valle de Moquegua en el fundo de  “El Pacay”. Llenó el tacho con agua, emprendió otra vez su rumbo entre durmiente y durmiente, había trancos, había distancia que crecía como su destino sin Norte. Contaba primero los durmientes pero eran tantos que en “Laderas” le parecían infinitos. El sol caldeaba la cabeza de Abel al medio día, encendiendo el fuego de ideas pesimistas, llevándolo al borde del delirio, pero se fue apagando al ver de lejos la estación de Hospicio, lugar de encuentro de los trenes y de aprovisionamiento de agua para el caldero. Llegó a la estación, construcción de madera con techo de calamina, una oficina y un salón de pasajeros, un telégrafo vocero del  acontecer ferroviario, Allá descansó y se aprovisionó de agua. Prosiguió con más vigor su marcha. El sol se cayó del cielo en el poniente por las lomas de Ilo, allá durmió enterrándose en la arena, la que fue su granítica frazada, almohada y Ángel de la Guarda, aunque para su frío interior no tuvo cobijas durante el resto de su vida. Un olor diferente lo despertó aquel día el olor a mar. La mañana joven lo vio en la entrada de Ilo, hora de gran actividad portuaria. Los pies lo llevaban apenas, doloridos por las ampollas, pero se olvidó de todo al contemplar la inmensidad  del océano. El pueblo recorrido por calles recostadas en la orilla del mar con casas de madera con techos de calamina con miradores exteriores. Se dirigió hacia el muelle donde de cerca vio las olas acariciar la playa y el ruido del mar le parecía que le hablaba adivinándole su futuro. La espuma de las olas le dijo de lo efímera y hermosa que puede ser la vida. La arena fiel y fresca de la playa recién maquillada al sol, cuantas conchas misteriosas que se daban la mano con las algas. Peñas erguidas, morenos senos con pezones blancos acariciados por las olas y arañados por aves marinas y allá en el horizonte el manto infinito verde del océano, Pájaros marinos trazos voladores en el limpio cielo dibujaban invisibles letras. Tal vez averiguan su suerte. Abel al contemplar la glorieta pensó en una sombrilla de las grandes señoras colgada al sol, con tela estampada con vuelos de alcatraces y gaviotas. Los  pasamanos suspendidos por rayos del sol  de la tarde. La escalera, el brazo de la glorieta que tanteaba la temperatura del agua. Allí Abel permaneció exhorto. Descabalgó de sus ilusiones cuando el estómago le habló con dolor pidiendo comida. En la playa cercana vio un grupo de gente. Fue hacia ellos. Eran pescadores remendando redes. Un pescador llamado Gilberto le dijo:
-¿De donde vienes?- ¿ nunca te he visto por acá?
- Ahorita nomás he llegado de Moquegua ¿Le puedo ayudar? Tengo mucha hambre.
- Ven te enseño a remendar las redes trabajas y tendrás comida. - Los días pasaron. Abel aprendió. El trabajo que le dio comida. Siempre contemplaba las olas, le parecían gigantes lenguas que lamían el helado de la playa. Un día hubo más bullicio que de costumbre. En mar adentro vio un enorme barco. Era una pequeña ciudad con chimenea. Abel pregunta a Gilberto:
- ¿A donde va ese barco?  
- Va a Iquique, al Sur, dicen que allá hay plata en las minas de salitre.
- Quisiera irme para allá.
-Muchacho palomilla, si me prometes no decir nada a nadie te ayudo.
- A nadie le contaré nada don Gilberto.
- Esta noche tiene que ser, mañana zarpa el barco.- En la noche el chapoteo de los remos se confundía con el oleaje, pescador y muchacho vieron danzar los escasos brillos de la luz en el agua al compás de las olas, las sombras extendieron sus brazos para ocultarlos.
Sigilosamente Abel abordó el barco. Al día siguiente un grito:
-¡Polizonte a bordo! - Lo despertó cuando era bruscamente levantado de un brazo por un marinero. Abel asustado miró a su alrededor y solo vio una alfombra verde del océano. El capitán del barco dijo:
- Lleven a este pilluelo que ayude a echar carbón a la caldera, lo entregaremos a las autoridades de Iquique. - Melquiades el maquinista lo vio con ojos de piedad. Abel la devolvió con otra implorante de ojos pardos. Expresó Melquiades:
 - No te preocupes yo te voy a ayudar. El ruido de la cadena del ancla sonó con  un ruido ensordecedor en las costas de Iquique. Melquiades se dirigió al muchacho
- Hoy vendrá un tal Joaquín, el te llevará a tierra tu tienes que obedecerle en todo sino lo haces la pagarás caro. - Así llegó Abel a trabajar en las minas salitreras. Lo que ganaba tenía que entregarle a Joaquín. Así vivió con otra talega esta vez llena de pesares sinsabores y amarguras. El tiempo se le detuvo. El amor a su patria crecía abonado por aquel duro salitre, también se inyectó el recuerdo a su terruño que se convirtió en patriotismo peruano. Llegó arañando los años por la ladera de la vida al los 19. Adquirió la forma de hablar Chilena, pero su sangre roja y su alma blanca pertenecían al Perú.
Lo reclutaron los militares chilenos para servir al ejército de Chile. Trasladado a Arica, de acá a Tacna al cuartel Rancagua. Después del corte de pelo a coco y del rigor de los meses de recluta, pues para Abel fueron peores, siendo indocumentado sospechaban que era peruano. Como soldado vio y vivió las hostilidades que le ejército chileno hacía a sus compatriotas peruanos. Matar reses de propiedad de los peruanos para la tropa, cosechar sin pagar, saquear mercadería con el pretexto de alimentar a la tropa y violar mujeres sin que puedan a nadie reclamar, matar y maltratar a los habitantes de Tacna, finalidad aburrirlos para que dejen Tacna o que opten por la nacionalidad chilena. Abel impotente mordía injusticias. Un día salió en misión hacia una hacienda de Pocollay y vio bajo una vilca una joven alta vestida con larga falda blanca y blusa celeste su pelo negro pintaba más su hermoso rostro, en el cual brillaba una sonrisa, la que se apagó al ser descubierta. Trató de huir pero Abel le dijo:
- No se asuste señorita no le haré ningún daño - Al aproximarse pudo ver el rubor de sus mejillas de su piel hermosa y suave como el musgo del borde del arroyo donde crecía una vilca, negras mariposas de noche eran sus ojos.
- Me llamo Abel ¿Usted como se llama?.
- Mi nombre es Alejandra pero no quiero hablar con soldados chilenos.
- Yo llevo uniforme de chileno pero soy peruano nacido en Moquegua.
 Así saltó la chispa de la amistad luego fue romance. Días van días vienen y no se detienen, hasta que uno de ellos Abel salió con el cabo Rigoberto a una misión en Pocollay. Al estar caminando vieron a Alejandra bajo las parras, Rigoberto dijo:
Vamos a arrastrar a esta chola peruana- Abel se opuso y se armó una discusión entre soldado y cabo. Rigoberto exclamó:
- Tú eres otro cholo peruano igual de cobarde que todos - Abel indignado sacó un cuchillo, el cabo su bayoneta. Corrió primero luego lo encaró. Llegó Don Manuel el padre de Alejandra y vio la pelea, trató de separarlos, también Ricardo un peón de la chacra de don Manuel. La pelea continuaba Abel recibió un corte en un brazo el cabo una puñalada en la pierna Gritos de Alejandra Tironeos de Ricardo Eran un ovillo de dos hombres en el suelo Se levanta el cabo Rigoberto Abel queda tendido Rigoberto camina unos pasos y cae sangrando por la boca y con el pecho ensangrentado Abel respira jadeante  . Alejandra petrificada Don Manuel asustado Ricardo con los ojos desorbitados al fin alguien preguntó
- ¿Por qué pelearon? Abel respondió:
- Me insultaron a mí y a mi patria.
Don Manuel expresó - mi hija Alejandra me a contado de ti
 - Abel tienes que huir pues seguro que te matarán si regresas al ejército.
- Primero enterraré a este infeliz.
Nosotros te ayudaremos así entre todos llevaron el cuerpo del cabo tras de una pared cavaron una fosa y allá los sepultaron
Abel agradeció a todos y prometió a Alejandra regresar algún día por ella y emprendió el viaje a pie hacia Moquegua. De noche una sombra más en la pampa de La Alianza, solo lo acompañaban las estrellas y le alentaban los luceros. En cada paso que daba se quedaba el amor de su vida, e iba ganando amor a su patria el Perú. Las siempre vivas de la pampa lo vieron pasar, sigiloso y alerta. Llegó al valle de Sama. Atravesó el río y durmió entre unos matorrales. Acicateado por tábanos y mosquitos prosiguió hasta llegar a Locumba, donde juró ante el Cristo nunca olvidar a Alejandra. Una tarde llegó a Moquegua. La Loma Quemada le pareció un sueño. Apenas su padre lo reconoció pues la había creído muerto ya solo y sin el amor de su padre, se presentó al batallón Húsares de Junín donde sirvió a su patria con mucho orgullo. Cuando Tacna en heroica decisión regresó al suelo patrio, Abel regresó a Tacna, no encontró a Alejandra ni su familia  Nadie le daba razón de ellos. Retornó a Moquegua solitario, derrotado, contrajo matrimonio con una mujer muy parecida a Alejandra por la ley de la vida más que por amor. Murió su esposa dejándole dos brotes de su marchito tronco. No volvió a encontrar aquel amor que dejó bajo las vilcas de Tacna. Con la vejez a cuesta quedaron sus hijos a la mitad de su vida. Se marchitó por falta de agua de amor. Era un molle chueco más de las quebradas sedientas de Moquegua. La mirada se le volaba hacia el sur. Arrastraba la vida  la muerte le pesaba cada día mas. Al morir por última vez abandonó la pobreza de sus huesos y se llevó el tesoro de su alma. Una tarde fría vieron pasar un ataúd de miseria, hecho con cajones de frutas cargado en un burro. La tarde ayudó a cavar la fosa y fue la única que vistió de luto alguien hizo una cruz de unos palos allí la plantaron. Dos palos nadie supo de donde salieron; era uno de vilca el otro de molle. Así en comunión entre el destino vida y muerte los unió con dos ramas en común en la cruz, la vilca de Tacna y el molle de Loma Quemada de Moquegua.



3-
LA VISIÓN DEL CERO BAÚL

En Carumas la tarde era abuela, el sol entre las nubes preñadas de aguacero alumbraba enfermo. Con voz ronca el trueno habló al verde valle, avisó también a Leandro Queño y su hijo Victor y a los seis hombres y sus mujeres que cosechaban papas, que la lluvia llegaba. Con la barreta en alto y sus músculos de treinta años forjados en la fragua de la vida sobre el yunque del campo, padre de tres hijos Victor de diez Grimaneza de nueve y Sabino de ocho años, arriero por afición y herencia Leandro dijo:
-¡ Apúrate que nos gana la tarde! - Con su mirar sincero como su valle de origen, miró hacia el poniente vio mal pintado por el pincel del tiempo un arco iris. Las papas recién paridas por la tierra permanecían tiradas en el potrero donde las escarbaban, esperando ser recogidas.
-¡ Llenen los sacos que mañana salimos! - Victor a ratos trabajando a ratos jugando acomodaba los cueros de las caronas de los asnos y las reatas que parecían  culebras de cuero entre los costales de papas. La noche les nubló los ojos, ella trajo misterio ensueño y venció a los músculos y las fuerzas de toda aquella gente. Fue el canto del gallo el que aviso de la alborada. Leandro encendió el candil que alumbró temeroso y proyectó sombras fantasmales en el muro de la casa.
-¡ Victor Victor oye despierta! ¡ Avisa a los peones que vengan a cargar los burros! -Todos se movieron somnolientos. 
-¡ Zoo! ¡Zoo! ¡ Burro mañoso! - ¡ Primero al negro! - ¡Al burro blanco ponle el saco de bayeta! ……. - ¡ A la burra ponle el saco más chico!-¡ Aprieta bien la reata! - ¡Zoo! !Zoo!  ¡Burro  ¡Burro! - Así finalizaron la faena de cargar.
¡ Victor ya está listo tu caballo moro y el sayno! - ¡ Si papá ya están listo! - El sol despuntaba al nevado ya eran una hilera arriera que serpenteaba la cinta de pircas tendidas entre los potreros, que es el callejón. A las once de la mañana comían tostado con queso en la  parte más alta llamada la pascana del alto. Expresó Leandro al re - iniciar su caminar
-¡ Victor nuestra semilla de papas de Carumas es muy apreciada en Moquegua!- Victor por primera vez viajaba a aquella ciudad, emocionado y algo extrañado contempló la nieve que abrazaba a las yaretas. La nieve herida por los rayos solares emiten destellos brillantes que caían en su retina produciéndole  cierta incomodidad. El viento cargado de frío se quejaba entre los hichus y les trasmitía su dolor dejándoles los dedos paralizados y las orejas dolidas. El cielo comenzó a vestirse de luto con negros nubarrones luego a llorara con lagrimas de granizo y aguacero las que corrían por las quebradas que son las arrugas en las mejillas de la tierra. Dijo Leandro:
 - ¡ Tenemos que llegar al alto de Otora allá merma la lluvia! - Pasaron por aquel lugar con los asnos cansados y menos lluvia. Acurrucada llegó la tarde y los sorprendió en la cuesta de Paralaque.Los burros cansados por la carga caminaban jadeantes, sudorosos. Llegaron a la parte más alta de donde se avistaba todo el valle de Torata y parte del valle de Yacango  El último en llegar a la cima fue Victor. En ella con vista exploradora recorrió el paisaje y exclamó:
 - ¡Papá que bonitas chacras! ¡ Que bonitos potreros! - ¡ Esas casitas que bonitas se ven  - ¡ Oh … Aquel cerro! - ¡ ¿Cómo se llama? ! A lo lejos estaba como un sombrero gigante puesto justo en la colina del valle. Centinela de granito y tierra Verruga de roca surgida desde el centro de la corteza terrestre hacia la superficie Erguido misterioso diferente a los demás cerros vecinos. Era un brazo de la tierra que se levantaba implorando al cielo una plegaria silenciosa. Así pensó Victor.- ¡ Quien lo haría tan redondo! - ¡Quién cortó los bordes tan formados! ¿ ¡ Era un banco gigante donde se sentaba un ser fabuloso de los cuentos de la abuela?! - ¡ No! Era solo un cerro pero diferente. Leandro al verlo con la mirada pasmada le respondió  - Ese es el cerro Baúl-  Victor siguió pensando será como el baúl que tenia en un rincón la abuela donde guardaba misteriosos enseres allá donde vio por primera vez cosas desconocidas como un reloj de oro con música, soles de plata de nueve décimos  una jarrita de cristal muy brillante unas polleras de terciopelo de cuando su abuela era joven. Comenzaron a descender. La forma del cerro cambiaba a veces redondo alargado como ataúd otras a medida que era otro el ángulo visual. A las seis de la tarde una anciana que vendía pan en Torata vio pasar a la recua y sus arrieros. Al llegar a Yacango con sombras nocturnas, allá estaba el cerro más cerca más imponente, aprecia más alto que los otros e inaccesible, esta vez alargado como si fuera un cordero cuando come con la cabeza gacha en el potrero del mundo A la hora de la oración estaban saliendo del valle de Yacango, al penetrar a la quebrada de Mollisaja Leandro vio a los burros con las orejas alertas indicadoras de preocupación, repentinamente apareció una niebla tenue y un frío intenso, los caballos resoplaron, los asnos comenzaron a cocear asustados.
- ¡ Victor ataja la tropa que se disparan! - Enfiló su caballo Victor para cortar la huida. De pronto cual si fuera una misteriosa orden las acémilas se quedaron quietas. Como si Dios hubiese hecho el silencio en ese instante, este se hizo presente y duró al parecer una eternidad
.- ¡ Tin Tin Tin … Tin … Tin ! Fue rasgado el silencio repentinamente . Sonido parecido al cencerro de las vacas. No….. No…. No era sencerro . -¡ Tin Tin.. .. Tin …. Tin..! Era un cascabeleo cada vez más intenso Se les helaron las venas, como si la nieve de la puna se les hubiera metido en el alma Tintineo que hacia tiritar loa músculos y la mente no podía controlarlos. Después de percibir un intenso olor a tierra húmeda a barro a agua nueva, apareció ante sus miradas atónitas un toro color barroso . Más cascabeleo que paralizaba el valor: El toro comenzó a mugir con una voz lastimera, como si estuviera llamando a la misma muerte. Tenia los ojos salientes, eran dos brazas en un fogón .No  eran dos rubíes  enormes. La lengua proyectada hacia un lado del hocico del cual pendía una baba reluciente  No  era baba eran hilas de plata El bao de las fosas nasales del toro se congelaban en el ambiente, cuernos gachos filosos dorados dos barras de oro recién pulidas de donde pendía una cadena reluciente como la nieve del Alto, cada eslabón de la cadena tintineaba uno más que otro. Pasó rápidamente ante sus miradas pasmadas a la distancia de unos quince metros, arrastrando la cadena: Los músculos del toro tallados en roca las cerdas de oro en el redondo lomo, donde había una escarcha de plata, cascos blancos de marfil sus pelos color greda recién dejada por el río. Se perdió en un recodo de la quebrada allí también murió el tintineo para siempre. Los asnos corrieron despavoridos hasta el mogote y con ellos los caballos y jinetes ya lejos de allí recién volvió el pensar a la mente de Leandro y el habla a la boca de Victor, quien dijo :
- ¡ Papá tengo mucho miedo ! ¿ ¡ Que fue eso !? -Leandro respondió
- No te asustes era solo un toro - Y pensó para si - ¿ si le hubiera quitado la cadena ? -¡  Víctor dame el farol y los fósforos  que están en las alforjas, voy a quitarle la cadena al toro ! - Regresó a la quebrada movido por la ambición . A lo lejos un aullido  moribundo de un perro se confundió con el ruido del río que hacia su primera entrada . Llegó al recodo de la quebrada. Bajó del caballo, alumbró con el farol para ver el rastro y huella de la cadena, solo vio  la cadena reluciente al tratar de tocarla sintió como un fuego intenso que le impidió tomarla y a la vez lo invadió un miedo intenso, temeroso regresó.
- ¡ Arrea Victor que la quebrada del Arrastrao es muy pesada ! - ¡ Apuremos ¡-  Amanecieron en una finca de Moquegua. Leandro contó lo sucedido al dueño del lugar, ambos quedaron pensando. Tal vez sea el encanto del cerro Baúl Tal vez sea el designio de la fortuna . Tal vez un alma en pena . Quien sabe.

4 - LA Maldición DEL CAPORAL

El valle poblado de jorobadas vides, que proyectan sus ramas, cual manos ofreciendo, dorados, negros, rosados racimos de   uvas. Sabores diferentes, néctares de dioses, dulzores de uvas para los mas refinados paladares, que se disputan la exquisitez , las del fundo Yaravico con las del fundo Locumbilla. Últimos días del mes de Mayo y primeros de Abril. Tiempo de vendimia, calderos de cobre y estaño, pailas, peroles, cazos, odres sedientos. Prensas , lagares dispuestos a llorar mosto. Uvas listas para someterse a la sangría, de la que solo quedarán escuálidos escobajos y calaverinos hollejos. Los capachos (especie de serones forrados en cuero)  hermanos gemelos en los lomos de los burros, mulas, con sus bocas abiertas para recibir la cosecha. Vivencias que se escapan por entre los dedos del tiempo. Tiempos de bonanza, que partieron con gloria dejando un suspiro que se nutrió de boca en boca. Don Felipe Estrada hombre bondadoso de mucha fe, viñatero , excelente bodeguero, trabajador constante, siempre presto a regalar una sonrisa que asomaba bajo sus rubios bigotes, la entregaba con una mirada, penetrante, profunda,  sincera, de sus ojos azules. De estatura regular, músculos fuertes y duros como las ramas de los enormes molles que desinteresados, regalaban su sombra a parte del corredor de la bodega del fundo Yaravico de quien era dueño.
! Hoy comenzaremos la vendimia ! - Sonó su voz grave y fuerte. Sincrónicamente levanto el brazo derecho, velludo dorado como las uvas, por el sol eterno del valle, señaló la viña y termino  diciendo:
- ¡ Que sea buena cosecha para todos!  - Españoles eran pocos, más mestizos indios y esclavos negros, allá  reunidos. Conversando, silbando y protestando y  cantando. En el fundo Locumbilla, también‚ todos estaban en el mismo que hacer. Contrastando con la nobleza, honestidad y bondad, como la noche del día, vivía, relajada, placentera y opíparamente  Doña Rosenda Sepúlveda viuda de Aragón, gorda mujer de cobriza tez, timbre ronco en su voz, la que parecía acompañarse de un eco, nacida de una boca grande, labios gruesos. Criticona, maliciosa lengua, pequeña cara para enorme boca. Expreso doña Rosenda 
- ¡ Sigan cosechando para que sigan pisando uvas! -¡ metan en las prensas las otras que vienen de la viña chica! -  En ese momento se tomaba su ancha falda de color zanahoria, que pegada sobre su prominente vientre y protuberantes nalgas parecía un enorme tronco vestido. El mayordomo, misterioso hombre, de huidiza mirada, que días atrás llegó y fue contratado para dirigir la cosecha. ¿ De donde venía?. Nadie lo sabia. Pero los rumores decían que tenía poderes sobrenaturales, algunos decían que podía transformar las cosas  Escuchaba el comentario de la dueña. 
- ¡ Tengo la mejor cosecha de mi vida, alisten todos los odres peroles para recibir el mosto! El sexto día de cosecha transcurría caluroso, soleado. Como la mayoría de los del valle. Don Felipe Estrada hijo de España, heredero del fundo Yaravico, la cosecha terminó.
- ¡ La señora Rosenda de Sepúlveda, la viuda, nos ha invitado !- Dijo refiriéndose‚endose a paisanos suyos y algunos mestizos 
- Hoy harán  una fiesta porque llegan sus hijas. Tu también‚ Cutino .-  Se refirió a un indio anciano que era de su confianza. En caballos unos, en mulas otros, como cuentas de rosario hacia el fundo de Locumbilla. Estando ya frente a la bodega se apreciaban las paredes de adobes, altos mojinetes con techo de cañas con torta de barro ,las ventanas de ellos eran bocas sonrientes, de las tres largas construcciones. El alero del corredor cubría con su tul de sombra a los bancos y tarimas que había al rededor de una larga mesa. ,Dos ventanas de hierro forjado dejaban ver el interior de la bodega, estaban abrazados por una enredadera de flores negruzcas. La obesa señora al verlos dijo:
-! Adelante don Felipe  ! Estoy contenta con la cosecha ya tengo todos los peroles y odres llenos de mosto y todavía tengo muchas uvas para pisar. Dos jóvenes mujeres llegaron en briosos y bien aparejados caballos. Eran sus hijas, con  idénticas facciones que la madre. El sol pintaba el poniente con acuarelas multicolores, dejando sus últimas pinceladas en la ladera, donde bien ubicada estaba la bodega. Hombres agotados, ante el trabajo, rendidos, sudorosos, sedientos y hambrientos por la mezquindad de la dueña, pies casi sangrantes de tanto pisar uvas en los lagares. Se rendían las acémilas‚ respingando ante la carga de uvas en los capachos de sus lomos.
El mayordomo expreso ante la dueña:
-¡No hay en que llenar el mosto señora! -Ambiciosamente contestó ésta.
- ¡ Que sigan pisando uvas hasta que el mosto llegue, hasta donde estoy bailando con mis hijas. ! JA ! !Ja! !Ja -  Reía embriagada no por el vino sino por la avaricia.
- ¡ No insulte usted a Dios y a la naturaleza! - Dijo el mayordomo .
- ¡ Perro sarnoso ! ¡ Atrevido ! ¡ contradecirme a mí ! !Te ordeno que sigan pisando y prensando las uvas ! -El mayordomo, en rayos torno su mirada, arrugó el ceño como enfurecido can, sus labios se movieron tan lentos que parecían grabar las palabras con un frío acento que estremecía, y se proyectaron en el aire como martillos.
-¡ Por glotona ambiciosa por mezquina y  perversa por  malvada vas  a morir y  después‚ de tu gloria; sola, abandonada y sedienta, un hueco, será  tu alma y tu cuerpo, tanto que te gusta el vino ,tu vientre se secara !!! -
 Doña Rosenda enfurecida : - ¡¡ Fuera de mi vista !! ¡¡Apártate antes que te mande a azotar!!!  ¡¡¡ Maldito ! -El mayordomo salió.  Continuo doña Rosenda :
- La jarana no tiene porque morir. - Una curvilínea guitarra con acordes coquetones comenzó a alegrar la fiesta. En los lagares de la bodega, los indios los esclavos, seguían en su agotadora faena. El mosto comenzó a escurrirse hacia el suelo como un pequeño charco que crecía hacia el corredor, donde discurría la fiesta. Se mezclaba con el orujo y el escobajo depositado en un rincón del corredor. Dormidos en las prensas y lagares, quedaron los que laboraban adentro. Afuera borrachos por el vino, agotados de tanto bailar, por doquier en el amplio corredor quedaron los invitados, unos estirados en los bancos, apoyados en la mesa otros, hasta don Felipe cayo seducido por Baco en sus brazos . A doña Rosenda y a sus hijas, una atracción misteriosa las condujo al rincón del comedor, donde el orujo escobajo y mosto ablandaron el suelo .Comenzaron a bailar frenéticamente‚ dando tantas vueltas sobre sí mismas, cual remolinos humanos. Paulatinamente, comenzaron a hundirse, primero los pies , luego las piernas El silencio invadió a la noche y a las mujeres. Se  hundían muy lentamente ya hasta los muslos. La noche extendió su negra mano más y más, hasta las estrellas cayeron en el saco obscuro de esas horas. El frío de la noche se detuvo congelando de miedo a todas las criaturas del lugar. Lentamente, desaparecieron sus cuerpos, sus pechos y luego sus cabezas en la tierra, el silencio se eternizó .Las horas se cayeron en el otoño diario del  árbol del tiempo y una de ellas trajo aullidos lastimeros de perros ,que hicieron retornar a la existencia  aquel lugar. Las caricias del joven sol de la mañana, hizo tomar conciencia otra vez a las criaturas diurnas. Primero el cantante y guitarrero, luego los demás hasta que la luz estimuló las retinas de don Felipe Estrada. El indio Cutino ajado por los años, aporreado por las horas del trasnochar, gritó asustado
-- ¡¡¡Vení acá  papacho!!!- En el rincón del corredor, todos se quedaron presos del asombro ,al contemplar tres enormes recipientes de gran boca ,color cobrizo ,panzones huecos a los que se le escurría un chorrito de mosto mezclado con barro.
-¡¿ Dónde esta doña Rosenda y sus hijas ?! - ¡¿ Dónde esta el mayordomo ?! - Nadie dio razón de ellos .Todos los allá presentes ,se retiraron pensativos. Este acontecimiento se trasmitió de generación a generación en diferentes versiones y dicen que desde aquel día aparecieron y se usaron para guardar el vino ,las tinajas en el valle de Moquegua.
La maldición del mayordomo como una inalterable profecía se cumplió. Hoy las tinajas, sedientas y abandonadas, son solo escritura de arcilla; escrita en las tumbas de bodegas esqueléticas, que nos recuerdan tiempos de esplendor y  prosperidad, hoy quedan algunas en el valle de Moquegua.

5 –LA DESPARRAMADA

Un personaje que entre el tumulto de la historia se pierde a paso apresurado dejando como rastros, recuerdos y nostalgias entre  árboles de paltas, cañas, mimbres y pueblo; es el Canastero de Moquegua. Este personaje era poseído por un espíritu juguetón bohemio  apasionado por el juego de azar: naipes pelea de gallos y perseguido sin tregua por el jinete de la pobreza. Siempre como morada tenia una choza de cañas semitejidas con techo de malojas, para confeccionar las canastas tenia que recolectar caña brava varas  de mimbre, para lo cual caminaba descalzo por senderos que tal vez el solo conoció, transportaba en hombros toda esa materia prima a su enclenque taller, que de herramientas contaba con una lata vieja sobre la que apoyaba las cañas ya listadas con dos filos cuchillos salidos así de una tosca piedra de afilar y una "cuchuna" con que recolectaba su material. El proceso era todo un arte para él. Empezaba con  unas varas en forma de cruz, las que sujetaba con el pie, la gente lugareña decía que el pisar todos los días la Cruz, símbolo de Cristo le traía mala suerte y pro eso no le paraba nunca ni  un sol en sus bolsillos. Para acompañarse en su tarea, pues era requisito vivir solo tenia en sus labios un silbar siempre alegre de una marinera  un vals de moda. Primero tejía el asiento de la canasta con mimbre luego la caña que tenia que ser de un espesor adecuado según el tipo de la canasta: para juguete de un niño muy fina  para compras de mas espesor, mas espesor para cargar las paltas mas resistente y gruesa para los canastones llamados "balay". En el revoque el acabado de la canasta se apreciaba el arte del canastero.
De su taller salían canastas de juguete para niños canastas para compras para recolectar fruta, para transportar paltas de la variedad" Corriente" Limeña de Samegua hacia Chile, canastones enormes canastas de metro y medio de diámetro para la siega del trigo.
Este fragmento de su vivencia es parte de ‚este personaje Pies arrieros eternos que recorrieron diferentes y escondidos senderos para recolectar mimbre y caña.
En las flautas de la quincha, el viento entonaba melodías del destino. Sino poblado de pobreza y desilusión y desesperanza  de vivir a pocos. En ese bosque de desdichas y necesidades cabalgaba en brioso corcel el jinete del hambre. Y la miseria Morenas viejas las cañas, tomadas de las manos en ronda de dolor formaban la quincha de la choza que tenía sombrero de techo hecho de malojas. Dos chozas en el mogote al costado del camino construidas con columnas de empeño, esfuerzo ,vigas de recuerdos y muchas penas como puerta. La choza principal constaba si se puede llamar de un corredor  y un cuarto donde dormían las ilusiones moribundas las jóvenes picardías de Juan Gigodes. En el centro de la choza una horqueta chueca de puntal que soportaba todo el peso de la vida, como haciéndose‚ hacia un costado ante tanta desdicha estaba una tarima, la cama de Juan, sobre las cañas unos cueros de cordero y para tapar el frío de la nostalgia unas frazadas confidentes de amores y pasiones, envejecidas por la vergüenza de conocer sus secretos. Al costado de la tarima, un cajón de cargar fruta flamante mesa de noche sobre el cual  un grasiento candil servia para romper la obscuridad de la noche y las tinieblas de la vida de canastero de Juan. Canastas tejía con cañas de alergia, mimbres de sonrisas para venderlas con la melodía de un silbido, nacido del alma que siempre entonaba una alegre y jaranera marinera. La otra choza de negro vestido, por el duelo eterno de la ignorancia y del vicio de las bebidas alcohólicas de Juan era la cocina. Maldiciendo la ocupación de canastero en un palo del techo colgaba una vieja y destartalada canasta donde guardaba sus flacos alimentos y la sal con que sazonaba la raquítica comida y su misma vida. En el rincón un fogón de adobes al costado cenicientas ollas de barro parecían negra familia jugando Carnaval. Juan y Ambrosio hacían correr de mano a mano una botella que contenía vino tinto, que el día anterior les dio valor y audacia para robarle una oveja a Eustaquio Oquendo hombre de pocos amigos arisco y mezquino que vivía en el fundo El Abogado . Los labios morenos de Juan dejaron escapar unas palabras para dirigirse a Ambrosio. - Ambrosio esta noche le damos vuelta a la oveja de tacaño Eustaquio.
Los iris color caramelo de los ojos de  Ambrosio afinaron las pupilas para divisar en la ladera del Gentilar un jinete en brioso corcel una silueta característica de policía. Dirigiéndose a Juan dijo:
- Negro nos fregamos viene un cachaco mas que seguro que el tacaño de Eustaquio le pasó el talan  de la oveja.
Como impulsado por un resorte Juan se puso de pie y también‚ en su mente comenzó a vibrar la astucia de negro mulato jaranero. Asustado exclamo:
- Ambrosio prende el fogón y calienta agua , haces mate y llevas dos jarros a mi cama y entretienes al cachaco, cuéntale‚ cuentos de espanto de esos que tu sabes.
- Pero compadre y la oveja.
- Has lo que te digo !caramba!
Rápidamente el policía estuvo frente a la choza. De uniforme verde obscuro polainas negras kepí¡ con ribete amarillo fuete negro en mano, corcel con bruñido bozal y bocado .Portaba pistola al cinto. El policía con voz autoritaria interrogo:
- Oye  ¿ acá  vive Juan Gigodes ?
Si señor - nervioso contesto Ambrosio.
-¿ Quién eres tu?
- Soy Ambrosio Larcoya.
- Bueno está o  no está ese tal Juan Gigodes.
- Si esta ..... el ...el está ...acostado - arrastro las palabras
Descabalgó el policía
- Voy a ver a ese bribón dicen que le a robado una oveja a Eustaquio Oquendo, con paso firme el policía entro a la choza . El tiempo pareció detenerse para Ambrosio, todo lo que tardo el custodio del orden en salir de la choza. Todo lo que pudo escuchar fue
- No hay luz en esta pocilga? -Salió el policía diciendo:
- Oye tu amigo es un gran pícaro pero lo esperaré‚ hasta que salga.
El agua de la olla comenzó a humear. Para descongelar el temor Ambrosio inicio el dialogo que  hábilmente llevo hacia los cuentos de espanto: de La Cabeza ,de la Bruja del Condado, del  Muerto de la Quebrada Honda, El duende de Churrucas, y otros. La voz de Juan corto la charla - Ambrosio trae dos mates para calentar el cuerpo. -Hasta el humo de los jarros salía quedo temeroso por el acto delictivo. Ya junto en la cama de Juan con los dos jarros en las manos Juan le dijo en voz baja
- Déjalos sobre el cajón y sigue entreteniendo al cachaco.- En la obscuridad solo pudo distinguir al gallo y no a la oveja. Al salir el policía exclamo:
-  Cuándo va salir ese zamarro? -Pero ya sensibilizado hacia el miedo por los cuentos narrados por Ambrosio ,decidió retornar a la ciudad.
En la ladera del Gentilar la obscuridad se tragaba lentamente al jinete custodio de la ley, desapareciendo del paisaje crepuscular del campo.
- Oye negro que le dijiste al cachaco y donde metiste a la oveja.?
-A para eso esta el ingenio. Trae la botella de vino y pásame un trago .- . El vaso era un canuto cortado de caña donde de nuevo comenzó a circular el vino sin parar.
-  Juan ya esta inquieta de repente nos delata.- acotó Ambrosio hombre de baja estatura pero de gran picardía - Mejor voy a darle un poco de pasto -   Prosiguió  dirigiéndose‚ a paso lento a tomar unas hierbas allá  cortadas.
En la horqueta central de la choza dormitorio, atada del cuello una oveja blanca con una cabuya. En un rincón cantaba un gallo Flor de Haba listo para la pelea del domingo. Contando chistes chascarros y aventuras pasaron cada carcajada se mojaba con un sabroso vino tinto de la bodega de Los Chire . El sol recostado en el poniente sobre el ensangrentado manto de nubes agotado también‚ de tanto calentar el día así como los dos amigos, que sentados sobre unas piedras vivían en  cámara lenta. Juan se miraba los pies morenos descalzos de gruesa piel cuarteada cual bocas clamando a los caminos que las distancias se hicieran mas cortas
Ambrosio preguntó - ¿Cómo escondiste a la oveja?
Juan dijo: -Sencillo compadre me acosté‚ con la oveja  y le dije que estaba acostado con mi mujer La Desparramada y que ella es tan vergonzosa que no quería que la viera nadie a la cara y por eso estaba tapada hasta la cabeza y que me dejara terminar mi pena de mujer.
Nuevamente reía sin parar .Ambrosio pregunto:- Oye negro y que le dijiste a la oveja .
- Que los cachacos son muy miedosos y que estaba muy rica como para comérmela‚ en asado .- Que te contesto la lanuda -
- Que me comiera a mi compadre Ambrosio.
Esta vez la risa fue a dúo que hizo eco en cualquier lugar de la noche ,era mas sonora mas picara mas jaranera .La noche parecía también‚ sonreír con las estrellas y los luceros ,esa noche vinera.

6 - RECOGIENDO LOS PASOS

Pletórico de flores, en azahares, frutos manjares de la naturaleza servida en el mantel verde del valle; los puquios bullían frescas aguas cristalinas, los arroyos espejos de plata donde se maquilla la luna; mimaba la brisa con trinos de gorriones y jilgueros, fondo musical en la tranquila vida de aquel oasis en el valle. Dicen que la maldad en las quebradas se había escurrido con  el mosto de las uvas, sus habitantes con sus corazones palpitantes de bondad, armonía y dulzura. En ellos nunca se asomó la venganza, el odio la envidia; nunca surcó en su cielo la codicia ni malsanas intenciones.
El sol brochazos de luz de oro, pintaba miel en los frutos de damascos, higos, pacaes, chirimoyas y paltas. Los animales deambulaban juntos sin malicia . En ese dique de tranquilidad, paz, amor, transcurría serena la vida. Era un pedazo del Edén que al caer en la tierra salpicó cerros quebradas y pampas.
Los días emanaban desde el fondo del manantial del tiempo, todo era paz, bondad, esperanza, alegría, tranquilidad, que se transformó con el tiempo en un remolino que caminaba por los sendero. Este remolino tocó animales, plantas, seres humanos. Así Dios puso infinito amor en este terruño. Se desglosaron las estaciones varias veces en el libro eterno del tiempo y apareció otro remolino con un frío tétrico: era otro remolino, helaba los huesos, hacia temblar las hojas de los árboles. Otros dicen que era remolino de fuego y chispas, cada chispa era una gota de maldad y envidia, avaricia, lujuria, discordia y traición. Todos los seres vivientes huían de su sendero para no encontrarse con el. Animales y hombres buscaron sin saber que y encontraron al buen remolino sauces, cañas a la rivera de un arroyo, salpicado de margaritas, manchado de campanillas multicolores, jugueteaba con las alas de las libélulas, cantaba con las cuculíes, quebraba el liquido cristal en gotas de dulzura. Llegó después, el remolino malo, chispeante  y gritando como los zorros en celo, Al encontrarse ambos, se escuchó una voz ronca y profunda, lúgubre parecía salir de un socavón .Dijo :- ¡Buen remolino bueno !. Quiero ser tu hermano, yo te daré mi astucia,  mi ingenio; tu me darás tu bondad, amor y seremos los dioses de estos lugares, ven toma este fuego chispeante para que te de poder, solo tócame y serás poderoso.- El remolino bueno no quiso tocarlo , pero el malo fingiendo que se caía abrazó al bueno y le transmitió malicia y este sintió por primera vez tristeza. El mal remolino buco otra oportunidad y la encontró una noche sin luna ni estrellas en presencia de todos los vivientes del valle a las cero horas. Era una noche, que llego más obscura que nunca. El mal remolino se disfrazó de brisa y  engañó al remolino bueno, haciéndole beber de un recipiente que en el tenia el  miedo de la noche. Se escuchó una voz grave en todo el oasis, luego surgió un torbellino entre los dos remolinos, fuego chispeante, gritos, cual zorros en pelea; ayes lastimeros, frío intenso, que se despedazó en miles de chispas, cada una de las cuales penetró en los hombres  convirtiéndose el parte de sus almas, Luego todo fue caos, huyeron unos de otros despavoridos; temerosos nacieron sus instintos malévolos y todos tuvieron necesidades.
Desde aquel instante fueron mortales los hombres, fueron malos, mentirosos unos, avaros, otros engañeros. Todos sufrían la vida.
Refieren que desde aquel día, antes que un hombre muera, en la noche oscura sin luna y estrellas, sale una bola de fuego por las quebradas, caminos y montes, echa chispas y deja como huellas gotas de sangre grito lastimero, tétrico de ¡CUAJJJ…! Dos remolinos que en pelea vagan limpiando sus culpas tratando de separarse, en el momento en que se separan  es cuando muere una persona.
El remolino bueno será una luz fugaz en el firmamento, cuando salen las estrellas y el remolino malo se hace frío, y sombra en la noche, que se pierde entre montes, huertas y quebradas sembrando, miseria hambre y sequía.
Actualmente de vez en cuando, alguien que camine en una noche oscura, sin estrellas y sin luna y tenga la mala visión de ver la bola de fuego con su grito lastimero, de espanto, vagando en los senderos; esa es un alma que recoge sus pasos, según relatan los hombres del campo que viven en el  valle de Moquegua. Dicen que es el grito de “La Cabeza” que vaga en los campos


7 – CAÑA BARRRO
Llegaron  sigilosamente cemento y ladrillo de la mano, trabaron buena amistad con la arena, así se armó un trío fuerte que comenzó a luchar contra el adobe la caña brava y el barro, otro trío que dominó alguna vez la ciudad de Moquegua. La caña brava, barro y adobe agoniza y con ellos el un personaje. Viene uno joven con mucho vigor con hierro y ladrillo.
Este hombre que levaba a cuestas 30 a 40 años revolcados en montones de yeso pintura de ocre cascote piedras y barro; vestía sombrero de paño con pecas de colores, las gotas de múltiples pinturas de ocre, ala caída como las cornisas de caña de las casas; siempre roto en la copa para ventilar la cabeza. Camisa de dril que fue de color café claro, que por tantas fachadas de casa pintadas cambió de color, como un arco iris roto y estampado en su tela, era una paleta de pintor. Pantalones azules endurecidos por el ocre, yeso y engrudo se quedaban parados solos, rotos en las rodillas para hablar por esas bocas que habían trabajado mucho. Zapatos de grueso cuero para cansar a los caminos y las calles empedradas, con la lengua afuera lamiendo la rutina de la ciudad al río, olvidadizos no se recordaban donde habían perdido las suelas, ya agotados bostezaban mostrando como dientes a los clavos.
Este personaje podía ser blanco, cholo, mulato o mestizo; con bigote o con barba, fuerte o débil, gordo o flaco no importaba; pero si tenía que ser pícaro de mente ágil, bohemia, amante de las mujeres; mitad arriero para guiar su recua siempre maestro para darle el toque especial a su trabajo y ser completo poeta, tal vez borracho de piscos y borracho de ilusiones; vivir en una pobre choza; pobre de profesión y de oficio
Con la recua de burros flacos, cual juguetes de peluche maltratados y viejos en el desván de la vida hambrientos mal acaronados y con las angarillas con latas formando fila se dirigían al río a traer piedra, tierra, cascote, cañas y granza. Al retornar con las orejas gachas cansadas de la tarde y del trabajo menos hambrientos pues en el río se buscaban alimento  La fachadas quedaban pintadas los zócalos estucados Y las calles eran las páginas donde escribía sus poemas para las lindas mozas moqueguanas que pasaban. Par los chiquillos que molestaban tenia  un léxico de buen arriero con toda la salsa de palabrotas y groserías.
Vivía según dice el refrán “ en casa de arquitecto paredes de quincha’’ pues su casa una desvergonzada choza donde lo único decente era la caña brava y como fino abrigo techo de malojas, que de muy caritativas criaban abundantes arañas y otros insectos. Flaco, peludo y viejo habitante de compañía un perro inseparable amigo de siempre
La herramienta mas preciada, los escuálidos burros; todos juntos hacían una familia muy particular. Mullida cama de cueros de oveja, dados de baja del pelotón de las caronas de los burros como frazadas unos costales de yute que antes de cubrirlo del frío le disimulaban la pobreza en la que decidía vivir.
Pasaron los días y uno  empañetando una fachada, estando en su estado habitual un poco borracho, y al ver pasar  una linda mujer a quien le dijo:
Moza de hermoso listón rojo
Que me miras arrogante
Por ti todo me mojo
Por detrás y por delante
La mujer le contestó - Viejo atrevido grosero y seboso; - el le respondió:
Soy un poquito seboso
También algo sabrosón
Para ti tengo un trozo
Muy muy juguetón
La mujer sorprendida le tira el pelo tornando rápidamente la cabeza y se aleja, él levanta la voz y le dice:
No te vayas vida con reproche
Con la miel apenas quedo
Que voy hacer esta noche
Cuando me crezca otro dedo
Así continúa la vida de este personaje, tan típico en años pasados en Moquegua. En otra oportunidad pasaba un chalán en brioso corcel  y le dijo:
En la calle de Moquegua
Jinete airoso cabalgas
Es caballo o yegua
Lo que llevas entre tus nalgas
El heladero con su barril en el hombro, con los sabores batidos de las frutas del valle, la característica corneta. Cuando estaba pasando, el albañil de dice
Para esta sed sencilla
Heladero de cubo y cuchara
Dame uno de vainilla
Haber si se me para .............la sed
Los policías de verde con sus gorras y escudos con las lustradas polainas, su vara de cuero y su arma al cinto, a los que se des decía pacos; para el también el albañil le tenia un cuarteto
Paco de gorra y polainas
Que cuidas un poquito
No te agaches ni de baynas
Que se te rompe el pito
El hospital San Juan de Dios al lado de la iglesia de Belén era regentado por monjas, estas salían a la calle para hacer las compras de alimentos para los enfermos, da la casualidad que una de ellas se encuentra con el albañil :
Un fraile se subió
Arriba del campanario
Y una monja le miraba
Las bolas ..... del rosario
No era raro también que algún fraile se cruzara con este peculiar personaje:
Una monja se tiró
Del campanario para dentro
Y un fraile la aparó
Con todo el instrumento
Así transcurrían los días de este peculiar personaje  que era parte del paisaje d pueblerino de Moquegua. Aquel que vivía tomando pisco barato en cualquier cantina, el de la camisa pintarrajeada, el del sombrero raído por el peso del trabajo y los pesares.
Dicen que un día la Santa Iglesia le encomendó pintar el templo y comenzó a componer cuartetos a los Santos y así a San Antonio le dijo:
Antonio buen Santo
De café sotana
Has gane tanto
Yo te daré a mi hermana
Siguió pintando y llegó al pedestal de Santa Rosa de Lima y le dijo:
Santa Rosa de Lima
Bellísima peruana
Espanta mi flojera
Y rezaré una semana
Con el badilejo su hermano y el empañetador su primo en mano llegó al pedestal donde se encontraba San Martín de Porras; lo miraba de reojo y pensaba con los morenos hay que tener cuidado pues son muy pícaros, comenzó a idear una cuarteta para él y así le salió resta:
San Martín Santo mulato
Dame mucha plata
Por ti me quedo calato
Y hasta pierdo una pata
Misteriosamente fue sorprendido cuando el Santo le respondió de la siguiente manera:
Hombre buen trabajador
vivaz y picarón
Fortunas tendrás  mil
solo en tu corazón
Refieren  que salió corriendo y nunca terminó el trabajo. Asustado tembló tres días en su choza y después partió con su recua de burros por el cerro San Bernabé a traer una carga de piedras de color negro para empedrar el patio del convento una cruz para obtener su salvación y el perdón, cada piedra la colocó en el lugar adecuado creando una obra de arte y así también empedró sus nostalgias  sus recuerdos y sus vivencias de bohemia.
Un día amaneció diferente y  acaronó lentamente los burros y partió entre carretillas, luego entre volquetes, rumas de arena, de bolsas de cemento, de ladrillos, hormigón; apenas podían pasar sus burros rozando sus angarillas, se le caían las latas pues llevaba en los lomos de sus burros todas sus herramientas, el badilejo, el empañetador, la escalera con los trapos en las puntas los cuales impedían arañar las paredes; el pico, la lampa, la barreta la plomada la piola, la tiza, martillo regla de madera la bruña tela de talegas que una vez usó para los tumbadillos, tachuelas, a la recua le chorreaba la desdicha en fila india pasaron por el puente de La Villa lentos los vieron por Los Angeles hacia arriba después alguien dijo haberlos visto por Yacango.
Donde a una señora en su burra le dijo:
Mi burro se desespera
Al ver su burra tierna
Creo que es primavera
Pues le creció otra pierna
Luego doblado por el peso de la tristeza, su sombrero le colgaba escurriéndose en su cabeza. Por Torata los burros se mancharon de rojo ocre, el  vistió su ultimo poncho multicolor de pinturas y como último cuarteto al ver a una viuda le dijo:
De luto estas me han dicho
De tanto llorar tuerta
Alista todo tu nicho
Para mi carne muerta
Luego dicen que lo vieron sangrar ocre por su nariz, continuó camino arriba  en zigzag por los callejones de La Banda entre molinos viejos totoras y carrizos  se perdió entre los cerros del tiempo para no regresar mas por las calles de Moquegua, alguien dice que se fue a los pueblos del interior nadie sabe donde se fue el albañil

Noche en el día
La mañana en su esplendor con sol radiante. Cantan las aves alegres en el campo El padre en la tarea de regar le trigo en espigas en compañía del su hijo Javier  Conversaban de las aves que algunas veces eran dañinas para los cultivos.
Todo parecía que era un día mas de los de las actividades del campo. Repentinamente comenzaron a sentir frío, luego comenzó a obscurecerse lentamente, cada vez mas y mas obscuro, aparecieron las estrellas y aumento el frío los dos sorprendidos por que se hizo de noche en pleno día
El hijo Javier de unos 15 años que no entendía bien lo que sucedía pregunta al padre:
-¿ Que esta pasando?
Llega corriendo la vecina doña Gumercinda  asustada también
Comienzan a cantar los gallos, también las lechuzas. El calor del  día se convierte en frío
Los perros aúllan. Las vacas del vecino Alejandro balan reclamando a sus terneros Los caballos relinchan. Salen las estrellas en pleno día El lucero del norte alumbra como nunca.  Llega corriendo asustado el hijo Juan Todos se colocan junto al padre El agua del riego se hace mas fría Los grillos comienzan a cantar Los sapos a croar Doña Gumercinda llora implorando al Señor de Locumba   Javier reza desesperado  Juan exclama se termina el mundo Las ovejas del potrero colindante en fila se dirigen al corral El burro rebuzna como nunca a esa hora. Todo en un instante El tiempo se hace interminable Lloran los hijos reclamando a la madre que esta en la casa La sombra de la noche es cada vez mas intensa Se escuchan gritos y llantos a lo lejos
Luego paulatinamente comienza nuevamente a brillar el sol Todos arrodillados dan gracias a Dios. Luego reaccionan y corren a sus casas
El día continua el sol sigue su curso  Es así como vivieron el eclipse del siglo pasado en el campo   


                   El engreído

 

El aire con mil olores perseguía la nariz negra y húmeda , cuyo fino pelo le decía que iba a ser un noche de mucho frío. Noche Buena sus ojos color  oscuro buscaba entre los compradores otra mirada Alboroto entre los compradores  ojos que miraban a diferentes ojos. Cuanto cuesta el orejón decía una señora Cuanto cuesta el lorito preguntaba un niño Cuanto cuesta la tortuguita preguntaba una señorita Cuanto cuesta ese gatito preguntaba un señor muy serio El bullicio de los loros el gorgoteo de las peceras, los maullidos de los gatos y el silencioso olisquear de los perros: unos ojos negro oscuro buscando otra mirada. Ya te conocía con anticipación su cola al moverse  dijo porque has tardado tanto, te estoy esperando hace rato y ya estoy hambriento. Por algo dicen algunos que los animales  ven por los ojos de los amos y los amos ven por los ojos de los animales. Los ojos de los animales también ven el corazón de las personas. Escuchan los sentimientos, los temores y las intenciones de la gente. Comen con el hambre del pueblo o lugar donde viven, mas pobres mas hambre y menos comida mas ricos y menos hambre y mas comida. Este era un color del chocolate de la noche de Navidad, con unos ojos como dos uvas semi negras de las de la noche de año nuevo,  orejas largas y suaves como los peluches de las niñas,  patas cortas como el tiempo de niñez que  vagamente se recuerda, largo tal suspiro de nostalgia por la brevedad de la vida, y su nariz, nunca antes vista negra chuño recién salido del  pozo es decir negro y frío con dos lunares minúsculos, nariz hecha para ser siempre para ser acariciada.
Me miro a lo mas profundo de mis ojos y yo a los de el desde ese día sus ojos fueron mis ojos y los de el mis ojos. Su cola me invitó a que lo llevara de inmediato. Caminé con él en brazos y hasta el dolor de mis piernas enfermas se alivió. Fue por un pedido de mis hijas para la noche buena – Esta Navidad si no hay algo vivo  en nuestros zapatos no es Navidad –
Ya en la casa lo escondí en una caja para entregárselo a las 12 de la noche. Llega la hora de entregar los presentes Todo era algarabía  comenzaron a salir los regalos unos peluches juguetes a pilas que imitaban un ladrido  unas muñecas que lloraban y cerraban los ojos otras que hablaban, silbatos con sonidos de sirenas, salieron al balcón alegres todos los niños orgullosos los niños de los vecinos también mostraban los suyos contentos. La abuela Adela contenta y feliz al ver sus nietos rebosantes de alegría y felicidad Vengan a cantar al Niño Jesús Trae el cuaderno con los villancicos  Destapa al niño Jesús Todo era un alboroto de alegría y jolgorio Mis hijas un poco descontentas pues ellas esperaban otra cosa Entonces lo saqué. Para todos  niños presentes se les terminaron los juguetes convencionales todos se volvieron hacia el y fue desde ese día su nuevo entretenimiento. Solo para darle el nombre pasaron como 6 noches enteras. Establecer las reglas   Solo entrará hasta la cocina. Se lo tendrá solo  afuera. Quien le dará de comer. Quien  limpiará. Quien lo sacará a pasear. La reglas y normas duraron poco. El pícaro ganó primero la cocina luego el comedor posteriormente la sala luego el dormitorio y como triunfo los pies de la cama. ¿Como lo logró? Nadie los sabe. La dueña lo aceptó y es la que lo atiende y lo cuida con mas esmero. El que lo compró es que le acaricia la nariz. Las que lo pidieron son las que mas lo miman. La construcción de su casa todo un acontecimiento La casa debía ser desarmable de tales dimensiones para poderla llevar cuando se vaya de viaje. ¿En que lugar del carro va a viajar cuando nos traslademos? Primero conquistó el territorio luego el amor de los habitantes del hogar. Entró sigilosamente como sabe hacerlo en el corazón de cada uno. Nos enseñó  la unión familiar, a departir mas durante la cena, amor a la naturaleza, amar a los animales, a sufrir con sus enfermedades, a tener paciencia, a tolerar, a hacernos entender y entender a los animales, a vivir mas unidos y sobre todo a valorar la efímera existencia.
Hoy los años lo llevan a paso lento y le han dejado de recuerdos las canas en su hocico
Duerme mas y sueña menos cada día. Es el perro Golfy sus ladridos se han caído con los días y hoy los extraño

Club La Ladera
Le decían el Club La Ladera donde estaban reunidos “El Pelinco”, El Zambo Pisapoco”y El Roque” la copa de pisco del la bodega de Los Chire circulaba de mano a mano, mientras el viento se filtraba entre las cañas de las quinchas sin barro que rodeaban a la choza el techo de pajas escasas dejaba pasar los rayos del sol que con las sombras de las cañas dibujaban en el piso un tablero de damas en el piso de tierra donde se jugaba la partida de la vida del campo.
Así transcurrió la mañana y al llegar la tarde bañó la choza la sombra de del cerro Los Ángeles, los tres allá presentes ya muy risueños por el efecto del buen pisco puro. Estos personajes eran los continuos y concurrentes socios del Club La Ladera.
El zambo Pisapoco  moreno de gran picardía e ingenio para poner apodos, tomar el pelo y experto en chascarros dijo:
-          Ya está viviendo el Pisotón de Oso, pásame un trago antes que llegue.
El Pelinco hombre de mal carácter de contextura delgada expresó:
-Seguro que viene a sermonearnos el Dedos de Horqueta Como dijo Pulgar vamos a otro lugar
El Roque hombre de origen aymará de fuerte mirada dijo:
-          El Patagón viene a fregar
A lo lejos el sol cabalgaba en potro dorado sobre los cerros del poniente, las palomas dejaban caer su canto desde de las plantas de moras que crecían el la acequia de El Gallito. El callejón abría sus brazos curvados de pircas con barro para proteger a una silueta de un hombre alto, fornido y caminar pausado con su sombrero de paja de ala ancha; sus brazos fuertes largos se movían lentamente al compás de sus pasos.
Poco a poco se fue acercando y ya se le podía ver su tez  banca en su cara redonda ajada por el sol y el tiempo; cada vez mas cerca así lentamente llegó al club “La Ladera” en la campiña de Moquegua. Antes de saludar pensó :
-Estos zamarros seguro que van a comenzar con su bromas pesadas ¿Por qué habré nacido así?  Como quisiera no tenerlos.
El zambo Pisa poco dijo
-Oye pisotón de oso si tu hubieras nacido en el tiempo de los Chimú seguro que su jefe no te habría soltado hasta la fecha estarías haciendo barro para el templo de Chan Chan ¿ Ya te han hecho el presupuesto para lustrar tus zapatos? Si es que los tienes pues solo en cuero tienen que matar la yunta de bueyes de Ruperto. Tu no tienes empeine alto sino que lo tienes de dos pisos, los hogos de tus pies los eliminas con el lampeado en una jornada de ocho horas y bien  trabajadas Préstame tus zapatos para llevar una arroba de papas.
Todos reían  fuerte mostrando sus ralos y careados dientes.
El bajó la cabeza después de mirarlos seriamente y dijo.
-Ya no comiencen con sus cosas
El pelinco expresó
-Ya has traído las reatas de don Alejo para atarte los zapatos Me han dicho que te has quedado durmiendo en el potrero de “El Rincón” y ya de noche en el dedo gordo de tu pie han amarrado la yegua flaca de don Calixto Tu no tienes tendón de Aquiles sino de todos aquellos
Otra vez las risotadas
El Roque -Me han dicho que de las rajaduras de tus pies salen lagartijas Calzas 45 pero de ancho Cuando compras zapatos votas los zapatos y te pones las cajas
Nuevamente las risas sin parar
El con la sonrisa fingida dibujó su cara expresiva y con una mirada profunda de paz y sinceridad dijo:
-Cuando hay muchos chanchos lo único que se ve son trompas
El zambo pisapoco
-Cuando el mal es piojos no queda mas que rascarse seguro que te has picado Ven tómate un trago y no jodas
El pensó -Como quisiera aunque sea no tenerlos y así no tener que soportar a nadie ni a mi mismo.
Tomó un trago y se fue a dormir en una tarima cubierta con unos cueros de oveja Esa noche soñó: que flotaba y saltaba en el charco de la quebrada, de un piedra a la otra ágilmente sin siquiera tocar el agua era una hormiga de agua que caminaba sobre el arroyo que riega la huerta de chirimoyas
Al día siguiente, canino abajo se fue a paso lento y así a paso por las sendas y por el tiempo Notó que el camino se los agrandaba  su piel comenzó a cambiar de color con un marrón y también se volvió áspera como la corteza de los molles del callejón. Estaban hinchados, las venas dilatadas estaban  planos
El pesaba - Mejor  sería no tenerlos
Un día amaneció sin un  dedo El no se preocupó
Siempre casi todos los días en el club La Ladera estaban los tres amigos.
El zambo Pisapoco comento con sus amigos
-Algo le pasa a pata ancha 
Todos comentaron -Que tendrá
El salió otra vez por los caminos que esta vez eran mas profundo por el ir y venir Pensaba – Mejor sería no tenerlos
El roque dijo
-El Patón esta mal de los de andar Se le ha caído uno
El Zambo Pisapoco compadecido por su amigo  fue  ver al curandero en la pampa de Tobolombo, Julio Marcuyo este le dio un liquido en el que hizo hervir varias hierbas y le dijo.
-Que se remoje con esto por una dos o tres horas
El pelinco fue y trajo callacaces y malbas para machacarlas y frotarle
Roque preparó un mate de chamico, higuerilla , carrizo  y grama
En una tarde todos reunidos lo esperaron y le dijeron Queremos curarte Ya no te tomaremos el pelo y te molestaremos mas
El  iluminó la choza con una sonrisa de su rostro pues ya comenzaba a caer la noche  y pensó – Mejor sería no tenerlos
Un búho inicio su canto en una horqueta desde lo alto de la choza. Solo la hacía cuando alguien iba a morir
El pelinco le froto con su emplasto
El Roque le dio a tomar su mate
El zambo Pisapoco los comenzó  y a lavarle Para entretenerse comenzaron a pasar el pisco
El Roque con ojos desorbitados dijo:
-Miren se le están derritiendo -Todos se acercaron y vieron que se desaparecían El sin sentir dolor los miro sonriente con una cara de felicidad que hasta el momento nadie le había visto 
El zambo Pisa poco salió corriendo desesperado en su apuro resbaló cayó y se fracturó los dos pies son un sangrado profuso que un caminante encontró al día siguiente como un charco rojo en el camino por donde El caminaba
El Peinco huyo desaborido hacia el otro callejón dicen que desde aquel día no volvió a beber nunca mas licor y que enmudeció para siempre yéndose al vivir en las faldas del Huaracane de donde desapareció
El Roque desesperado tomo la escopeta de perdigones de atacar que había preparado para cazar las palomas y se disparó en la cara perdió los dos ojos
El amaneció tullido Los vecinos vieron venir una destartalada ambulancia de que bajaron una silla de ruedas en le cual se lo llevaron
Sola quedó la choza abandonada el club “La Ladera” y en el lugar donde el estuvo por última vez  y cada vez que el búho canta en la horqueta se aparecen dos enormes huellas de sus pies.  


            

0 comentarios:

Publicar un comentario