1- LA CAMPANA DE EL ABOGADO
¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! Se
va pintando la campiña con al tañido uno acá, otro allá, en cada rincón un
pincelazo sonoro. Viñas enanas, viejas señoras sentadas en la ladera una al
lado de otras, escondiendo en sus faltriqueras de hojas, racimos de dulces uvas
negras, blancas, Rosa del Perú, quebranta, Italia, etc.; cuentas de rosario en
rezo de sabor de la mañana. Verde paisaje impregnado de trinos de jilgueros,
arrullos de palomas. Culebrea, quieto el angosto callejón con paredes de pirca;
marchan en fila las piedras tomadas de las manos con el barro callejón de la
cuchilla de Estuquiña; en el se cayeron del bolsillo de la vida los rastros y
las huellas. Cinta liquida de plata cantarina la acequia, en su caudal
moribundo circulaban palos raquíticos, ilusiones juveniles juegos y penas. El
agua conversaba con los helechos y gramas de amoríos inocentes de alegres
mozas. Arroyo, balneario recreo en tiempo de Carnaval. Toda la edad, arteria
nutricia de toda la campiña. ¡Tan! ¡Tan!
¡Tan! Golpe metálico de tañidos cabalga entre huertas de toda la campiña.
Dalia marchita por los años, el rostro de doña Isabel se iluminó al
salir de los pétalos de sus labios una voz suave y firme.
- ¡ La campana del Abogado está sonando segura, ya entró el río!
¡Gracias a Dios ya tenemos agua nueva¡
Sabino su hijo mayor dijo a sus hermanos: - ¡Vamos a ver el Barroso
está sonando fuerte! - Refiriéndose al
río. La ladera se le hizo pampa ante los pies descalzos de Sabino y sus hermanos, llegaron a la ribera del río
que con los sauces es esquelética caja torácica del cauce. El viejo ajado por
la mano del tiempo, Timoteo parado a la orilla del río exclamó:
- ¡Mes de enero, agua
primero. Febrero loco, agua un poco. Marzo tercero agua espero. ¡Abril agua mil!
- Era un caudal de chocolate espumoso servido por las lluvias, las chilcas,
cañas y sauces eran la canela en aquel jarro.
- ¡Quién se habrá quedado en la otra banda está cargando piedra!
Exclamó Timoteo. - ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! La
campana con su metálico canto, alarma incesante avisaba que el río había
entrado. Tañidos diarios que indicaban la hora para la peonada, cotidiano tañer
y repiqueteo grabó con escritura invisible de sonoras hondas el cerebro;
arcilla húmeda de Santiago. Le talló con martillazos de bronce una gran
incógnita -¿Dónde estará la campana? ¿Quién la tocará? ¿Cómo sabrán para
avisar? - ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan! Otro día Doña Isabel dijo:
- ¡Llaman a reunión tenemos que ir a la escuela! - La escuela única
luz para la ruta obscura de los retoños del pago, situada como cabeza al inicio
del callejón. Comenzó allá a llegar gente Primero un hombre con pies de adobes
rajados por el sol ardiente, su mirar de brisa matutina, rudo tal cual los
molles viejos de la quebrada. Otro con un zurriago, en el hombro recio como los
cerros. Una mujer seca con geográfica cara, hoja quebrada por el tiempo,
taciturna, llamada, Ciriaca. Cayeron cual frutos maduros de chirimoyas los
habitantes de la campiña. Alipio el Gobernador, robusto hombre de hablar
tranquilo, dijo:
- ¡Quieren hachar las matas de pacay por orden del Ministerio.
Dicen que hay que terminar con la plaga de la mosca de la fruta! - Árida la
anciana, le brotaron dos puquios en los ojos y entre sollozos exclamó:
- ¡Qué me corten la cabeza
primero. ! ¿Qué les hacen los árboles? Siempre dan alguito para mis nietos aún
que sea. - Todos dijeron:
- ¡No dejaremos que los
corten!
Se deshojaron los días de las ramas de 10 meses. Una tarde impregnó
con voz de bronce los senderos. Punto de reunión la escuela, está vez atraparon
ladrones de fruta en el fundo Los Velarde, pedían ayuda para llevarlos a
Moquegua. Una mañana la campana gritó frenéticamente, era para avisar que se
querían llevar la profesora de la escuela. Siempre las notas sonoras se
quedaban escritas en pentagramas de surcos, huertas y montes. A veces suaves
cual susurros, otras alaridos algunas implorantes socorros. Tañido cual suspiro
de recuerdos se quedó vagabundo en el valle. El pensamiento amanecido de
Santiago se sorprendía constantemente ante aquel lenguaje de bronco metal.
Pasaban los días como el agua de la acequia uno que llegó con espumas blancas y
también una visita a la casa del padre de Santiago éste lo llamó y le dijo:
- ¡ Anda a comprar una cuartilla de vino a la bodega del Abogado
para tomar con mi compadre que ha llegado de Ilo! - callejón abajo, en orfandad
de creencia, de mano con su silbido y la otra con el porongo llegó Santiago
hasta la tranquera del fundo del Abogado
- ¡SEÑORAAAA! ¡SEÑORAAAA! - La voz del chiquillo. Atentos guardianes,
los perros contestaron con ladridos, tras ellos una mujer de mediana estatura.
- ¡FUERAAA! ¡FUERAA! Pasa hijo ¿Qué quieres?
-. Dice mi papá que le venda una cuartilla de vino. - Caminó Santiago
tras la señora de tez blanca. Ahí estaba la bodega de cuerpo de adobes, aguda
cabellera su mojinete, sonrientes labios con dientes de hierro forjado las
ventanas, los brazos, cruzados el portón de tosca madera.
- Espera acá hijo voy a traer la llave.- Perdido en nube de ilusión el niño pensó -
¿Donde estará la campana? - Regresó la mujer de cabellos de noche nublada, ojos
de luna de mayo, sonrisa de estrellas, vino con una enorme llave al darle
vueltas protestó con chillidos soltando sus manos. En el interior de la bodega
hacia el lado izquierdo un gigante balde de madera, la gran cuba, lugar donde
pisaban las uvas, situado en alto donde partía como larga asa un canal de
piedras calizas por el cual se repartía el mosto a las preñadas boconas
tinajas. Ante esta visión Santiago quedó perplejo.
La señora tomó en sus manos un tapón de pipa y comenzó a golpear
las duelas de las pipas, estas respondieron con diferentes tonos contestando al
llamado, borrachas pletóricas de vino se habían quedado dormidas unas al lado
de otras. Con una manguera, cual sanguijuela saco sangre etílica de las
rechonchas señoras.
-¡Trae tu porongo. No te doy vino eres muy chico para darte trago!.
El porongo llenó de vino. Santiago alargó la mano con un billete de cinco
soles. - ¡Tengo que darte vuelto ven conmigo!. El pequeño comprador tras la
dueña, a la derecha corrales de ovejas, chanchos, gallinas que en destartalado
coro parecían cantar todos hambrientos. Llegaron a un costado de un cobertizo
que sus brazos era un balcón largo de hierro y madera tendido contemplaba la
ladera, el piso era de pequeñas piedras blancas y negras formaban figuras de
trébol y corazones, cartas de casino de la bodega en el juego de la vida. En el
centro una mesa, señora de gruesos muslos con falda de hule, en su regazo
aguardaban ser almuerzo, repollos, choclos, racachas. En el ala derecha una
puerta tallada alargaba una alfombra de sombra obscura, a su lado ojo único con
pestañas de hierro forjado, cejas de enredaderas, un ventanal por el cual se
podía ver en su interior el dormitorio, una vitrola RCA Víctor sobre un mueble
color caoba acompañada por un moreno lamparín confidente de la familia.
Santiago se asomó al balcón en sus ojos relámpagos de sorpresa. Allá dos
enormes recipientes color plomizo, gigantes intestinos metálicos, culebras
dormidas de latón. En la parte baja de estas enormes teteras una boca de horno
que tragaba leña de molle, eran los alambiques estaban destilando. Escudriño
con su mirada. Santiago se preguntó ¿y la campana?. Sin querer llegó su mirada
hacia el extremo del alero. Allá pendiente de una luma arete de la casa, la
campana del Abogado. Era un sombrero de un gigante invisible quieta,
indiferente, verde obscura, una soga pendía del badajo tal enorme cola, que se
movía con el viento meciendo el tiempo, bocona, misteriosa, recia, fuerte. Las
figuras en alto relieve de su borde realzaban su nobleza. Su interior bruñido
por los golpes esperando retornar para decir algo. El viril badajo, gota
péndula de rocío de bronce en la campanilla enorme del alero. Pistilo
golpeante. El fondo obscuro de la campana brillante, envejecido por los golpes,
conocedor de avisos y comunicación. Era tal vez una palta, aguacate, era fruto
metálico maduro de la bodega cascabel de la campiña. Cencerro de caudillo.
-¡Toma tu vuelto! Dijo la señora. Esas palabras hicieron volver de
su fantasía al comprador. Regresó con su porongo lleno de vino. La edad se le
empozó a Santiago y fue sordo al tañer de la campana que antes fue familiar,
luego compañía, después esperanza, luego ilusión. Las vides enfermaron
gravemente, agonizaban sin atención sin santos óleos, también la pollera de
bronce, murieron secas unas, la otra en el olvido. Se despidieron las viñas con
sus moños en alto arañando agua del cielo. La campana enmudeció se olvidó el
cantar, se quebró su voz una tarde que llegó lerda. A las pipas se les secó su
sangre de vino, se la cayeron las duelas, como al viejo los dientes, los
zunchos cual costillas de esqueletos. Las tinajas secaron su vientre con polvo
de olvido. El último tañido de la campana quedó chorreando notas metálicas en
el tiempo. Santiago hoy donde se encuentre seguro siente un ¡Tan! ¡Tan! ¡Tan!
Que llama a una reunión de recuerdos, para hacer una asamblea de sentimientos.
Tal vez hoy se pregunte -¿Cómo sabían tan rápido de los aconteceres del lugar?-
Santiago no lo sabe. Sólo sabe que el tañer del alma anuncia que el río de la
vida se está secando y el labio invisible de la campana del abogado le pide un
beso vibrátil de despedida.
2 Molles y
vilca
“Loma Quemada” fundo en el “Alto de la Villa” encuadrados por
paredes de piedra y barro, molles, sauces e higueras, los terrenos, que eran
cuidadosamente cultivados por don Ricardo Chaparro casado con doña Manuela
Nogal, mujer noble y sencilla, de pecho pletórico, de bondad y amor. La casa
recostada en el camino, de terrosas paredes, como visera una ramada de cañas
daba morada a la naciente familia. El guardián un esquelético perro, se
sostenía en hambre y pulgas. A doña Manuela Nogal se le cayó la vida en el pozo
negro de la muerte, al nacer su primer hijo, dejando a su Ricardo acompañado de
un pedacito de carne palpitante, su hijo, enorme dolor y un vacío espiritual de
penas. A su primogénito lo llamó Abel. El duelo negra ave depresiva cruzó
rápidamente el cielo nublado de Ricardo y se perdió en el horizonte de
esperanza al conocer a Gumercinda Salvatierra. A Abel padre y madrastra lo
criaron bajo el fantasma de la amenaza, el verdugo del látigo, el dolor de las
privaciones y el grillete del hambre, Cada travesura de inocente niño estaba
sentenciado por el código cruel de la madrastra. Así vivió 11 años entre
zurras, hambre, privaciones y pobreza. Abel de naturaleza recia y rebelde como
las plantas de yaros que crecían en la quebrada resistía impávido
momentáneamente. El sol lanzaba sus rayos candentes dorando el valle, en esos
días de quietud y estío de Moquegua. Abel con su fiel compañero siempre el
hambre, salió a buscar alimento con una honda en la mano y desdichas en los
bolsillos, se fue a casar torcacitas, entre las rubias y ondeantes cabelleras
de trigales, como trofeo de caza obtuvo cinco torcacitas. Con palos secos de
molle, melancolía y necesidad atizó el improvisado fogón, donde en una lata
asaba las torcazas, las avecillas asadas eran manjar y banquete cuyo sabor solo
le duró unos instantes, pues una traviesa chispa haciéndole una mala jugada a
Abel saltó hacia la rubia paja de trigo y se produjo un incendio, Abel
desesperadamente trató de apagar el fuego, pero fue en vano su esfuerzo. Se
apoderó de su ser la angustia y el llanto nubló sus ojos. Su mente de niño se
iluminó con la idea de fugarse, corrió hacia la casa, cogió una talega donde
puso unos destartalados zapatos, un tacho de hojalata para agua, unos
pantalones rotos y dos monedas de plata de nueve décimos de su padre que ahorró
y escondía enterrados en la pata de la cama. Con la talega al hombro, llena de
harapos y nostálgicos recuerdos y temores, le pesaba más, aumentaba la carga al
pesar de su alma, así partió acompañado por sentimientos, esperanzas, ilusiones
e incertidumbres. Con pasos dubitativos llegó a las vías del tren al verlas
dijo para sí: “por acá llegaré a Ilo”. La noche bruja de negro vestido
salpicado de lentejuelas de estrellas, botones de luceros, le trajo de regalo
miedo y frío, pero Abel aferrado a sus pies prosiguió su caminata. Sin saber
cuando ni donde, el sueño lo abrigó con sus manos de descanso. El trinar de los
pájaros, la brisa con su llanto el rocío de alborada lo acariciaron
despertándolo al final del valle de Moquegua en el fundo de “El Pacay”. Llenó el tacho con agua,
emprendió otra vez su rumbo entre durmiente y durmiente, había trancos, había
distancia que crecía como su destino sin Norte. Contaba primero los durmientes
pero eran tantos que en “Laderas” le parecían infinitos. El sol caldeaba la
cabeza de Abel al medio día, encendiendo el fuego de ideas pesimistas,
llevándolo al borde del delirio, pero se fue apagando al ver de lejos la
estación de Hospicio, lugar de encuentro de los trenes y de aprovisionamiento
de agua para el caldero. Llegó a la estación, construcción de madera con techo
de calamina, una oficina y un salón de pasajeros, un telégrafo vocero del acontecer ferroviario, Allá descansó y se
aprovisionó de agua. Prosiguió con más vigor su marcha. El sol se cayó del
cielo en el poniente por las lomas de Ilo, allá durmió enterrándose en la
arena, la que fue su granítica frazada, almohada y Ángel de la Guarda, aunque
para su frío interior no tuvo cobijas durante el resto de su vida. Un olor
diferente lo despertó aquel día el olor a mar. La mañana joven lo vio en la
entrada de Ilo, hora de gran actividad portuaria. Los pies lo llevaban apenas,
doloridos por las ampollas, pero se olvidó de todo al contemplar la
inmensidad del océano. El pueblo
recorrido por calles recostadas en la orilla del mar con casas de madera con
techos de calamina con miradores exteriores. Se dirigió hacia el muelle donde
de cerca vio las olas acariciar la playa y el ruido del mar le parecía que le
hablaba adivinándole su futuro. La espuma de las olas le dijo de lo efímera y
hermosa que puede ser la vida. La arena fiel y fresca de la playa recién
maquillada al sol, cuantas conchas misteriosas que se daban la mano con las
algas. Peñas erguidas, morenos senos con pezones blancos acariciados por las
olas y arañados por aves marinas y allá en el horizonte el manto infinito verde
del océano, Pájaros marinos trazos voladores en el limpio cielo dibujaban
invisibles letras. Tal vez averiguan su suerte. Abel al contemplar la glorieta
pensó en una sombrilla de las grandes señoras colgada al sol, con tela
estampada con vuelos de alcatraces y gaviotas. Los pasamanos suspendidos por rayos del sol de la tarde. La escalera, el brazo de la
glorieta que tanteaba la temperatura del agua. Allí Abel permaneció exhorto.
Descabalgó de sus ilusiones cuando el estómago le habló con dolor pidiendo
comida. En la playa cercana vio un grupo de gente. Fue hacia ellos. Eran
pescadores remendando redes. Un pescador llamado Gilberto le dijo:
-¿De donde vienes?- ¿ nunca te he visto por acá?
- Ahorita nomás he llegado de Moquegua ¿Le puedo ayudar? Tengo
mucha hambre.
- Ven te enseño a remendar las redes trabajas y tendrás comida. - Los
días pasaron. Abel aprendió. El trabajo que le dio comida. Siempre contemplaba
las olas, le parecían gigantes lenguas que lamían el helado de la playa. Un día
hubo más bullicio que de costumbre. En mar adentro vio un enorme barco. Era una
pequeña ciudad con chimenea. Abel pregunta a Gilberto:
- ¿A donde va ese barco?
- Va a Iquique, al Sur, dicen que allá hay plata en las minas de
salitre.
- Quisiera irme para allá.
-Muchacho palomilla, si me prometes no decir nada a nadie te ayudo.
- A nadie le contaré nada don Gilberto.
- Esta noche tiene que ser, mañana zarpa el barco.- En la noche el
chapoteo de los remos se confundía con el oleaje, pescador y muchacho vieron
danzar los escasos brillos de la luz en el agua al compás de las olas, las
sombras extendieron sus brazos para ocultarlos.
Sigilosamente Abel abordó el barco. Al día siguiente un grito:
-¡Polizonte a bordo! - Lo despertó cuando era bruscamente levantado
de un brazo por un marinero. Abel asustado miró a su alrededor y solo vio una
alfombra verde del océano. El capitán del barco dijo:
- Lleven a este pilluelo que ayude a
echar carbón a la caldera, lo entregaremos a las autoridades de Iquique. -
Melquiades el maquinista lo vio con ojos de piedad. Abel la devolvió con otra
implorante de ojos pardos. Expresó Melquiades:
- No te preocupes yo te voy
a ayudar. El ruido de la cadena del ancla sonó con un ruido ensordecedor en las costas de
Iquique. Melquiades se dirigió al muchacho
- Hoy vendrá un tal Joaquín, el te llevará a tierra tu tienes que
obedecerle en todo sino lo haces la pagarás caro. - Así llegó Abel a trabajar
en las minas salitreras. Lo que ganaba tenía que entregarle a Joaquín. Así
vivió con otra talega esta vez llena de pesares sinsabores y amarguras. El
tiempo se le detuvo. El amor a su patria crecía abonado por aquel duro salitre,
también se inyectó el recuerdo a su terruño que se convirtió en patriotismo
peruano. Llegó arañando los años por la ladera de la vida al los 19. Adquirió
la forma de hablar Chilena, pero su sangre roja y su alma blanca pertenecían al
Perú.
Lo reclutaron los militares chilenos para servir al ejército de
Chile. Trasladado a Arica, de acá a Tacna al cuartel Rancagua. Después del
corte de pelo a coco y del rigor de los meses de recluta, pues para Abel fueron
peores, siendo indocumentado sospechaban que era peruano. Como soldado vio y
vivió las hostilidades que le ejército chileno hacía a sus compatriotas
peruanos. Matar reses de propiedad de los peruanos para la tropa, cosechar sin
pagar, saquear mercadería con el pretexto de alimentar a la tropa y violar
mujeres sin que puedan a nadie reclamar, matar y maltratar a los habitantes de
Tacna, finalidad aburrirlos para que dejen Tacna o que opten por la
nacionalidad chilena. Abel impotente mordía injusticias. Un día salió en misión
hacia una hacienda de Pocollay y vio bajo una vilca una joven alta vestida con
larga falda blanca y blusa celeste su pelo negro pintaba más su hermoso rostro,
en el cual brillaba una sonrisa, la que se apagó al ser descubierta. Trató de
huir pero Abel le dijo:
- No se asuste señorita no le haré ningún daño - Al aproximarse
pudo ver el rubor de sus mejillas de su piel hermosa y suave como el musgo del borde
del arroyo donde crecía una vilca, negras mariposas de noche eran sus ojos.
- Me llamo Abel ¿Usted como se llama?.
- Mi nombre es Alejandra pero no quiero hablar con soldados
chilenos.
- Yo llevo uniforme de chileno pero soy peruano nacido en Moquegua.
Así saltó la chispa de la
amistad luego fue romance. Días van días vienen y no se detienen, hasta que uno
de ellos Abel salió con el cabo Rigoberto a una misión en Pocollay. Al estar
caminando vieron a Alejandra bajo las parras, Rigoberto dijo:
Vamos a arrastrar a esta chola peruana- Abel se opuso y se armó una
discusión entre soldado y cabo. Rigoberto exclamó:
- Tú eres otro cholo peruano
igual de cobarde que todos - Abel indignado sacó un cuchillo, el cabo su
bayoneta. Corrió primero luego lo encaró. Llegó Don Manuel el padre de Alejandra y vio la pelea, trató de
separarlos, también Ricardo un peón de la chacra de don Manuel. La pelea
continuaba Abel recibió un corte en un brazo el cabo una puñalada en la pierna
Gritos de Alejandra Tironeos de Ricardo Eran un ovillo de dos hombres en el
suelo Se levanta el cabo Rigoberto Abel queda tendido Rigoberto camina unos
pasos y cae sangrando por la boca y con el pecho ensangrentado Abel respira
jadeante . Alejandra petrificada Don
Manuel asustado Ricardo con los ojos desorbitados al fin alguien preguntó
- ¿Por qué pelearon? Abel respondió:
- Me insultaron a mí y a mi
patria.
Don Manuel expresó - mi hija
Alejandra me a contado de ti
- Abel tienes que huir pues
seguro que te matarán si regresas al ejército.
- Primero enterraré a este infeliz.
Nosotros te ayudaremos así entre todos llevaron el cuerpo del cabo
tras de una pared cavaron una fosa y allá los sepultaron
Abel agradeció a todos y prometió a Alejandra regresar algún día
por ella y emprendió el viaje a pie hacia Moquegua. De noche una sombra más en
la pampa de La Alianza, solo lo acompañaban las estrellas y le alentaban los
luceros. En cada paso que daba se quedaba el amor de su vida, e iba ganando
amor a su patria el Perú. Las siempre vivas de la pampa lo vieron pasar,
sigiloso y alerta. Llegó al valle de Sama. Atravesó el río y durmió entre unos
matorrales. Acicateado por tábanos y mosquitos prosiguió hasta llegar a
Locumba, donde juró ante el Cristo nunca olvidar a Alejandra. Una tarde llegó a
Moquegua. La Loma Quemada le pareció un sueño. Apenas su padre lo reconoció
pues la había creído muerto ya solo y sin el amor de su padre, se presentó al
batallón Húsares de Junín donde sirvió a su patria con mucho orgullo. Cuando
Tacna en heroica decisión regresó al suelo patrio, Abel regresó a Tacna, no
encontró a Alejandra ni su familia Nadie
le daba razón de ellos. Retornó a Moquegua solitario, derrotado, contrajo
matrimonio con una mujer muy parecida a Alejandra por la ley de la vida más que
por amor. Murió su esposa dejándole dos brotes de su marchito tronco. No volvió
a encontrar aquel amor que dejó bajo las vilcas de Tacna. Con la vejez a cuesta
quedaron sus hijos a la mitad de su vida. Se marchitó por falta de agua de amor.
Era un molle chueco más de las quebradas sedientas de Moquegua. La mirada se le
volaba hacia el sur. Arrastraba la vida
la muerte le pesaba cada día mas. Al morir por última vez abandonó la
pobreza de sus huesos y se llevó el tesoro de su alma. Una tarde fría vieron
pasar un ataúd de miseria, hecho con cajones de frutas cargado en un burro. La
tarde ayudó a cavar la fosa y fue la única que vistió de luto alguien hizo una
cruz de unos palos allí la plantaron. Dos palos nadie supo de donde salieron;
era uno de vilca el otro de molle. Así en comunión entre el destino vida y
muerte los unió con dos ramas en común en la cruz, la vilca de Tacna y el molle
de Loma Quemada de Moquegua.
3-
LA VISIÓN DEL CERO BAÚL
En Carumas la tarde era abuela, el sol entre las nubes preñadas de
aguacero alumbraba enfermo. Con voz ronca el trueno habló al verde valle, avisó
también a Leandro Queño y su hijo Victor y a los seis hombres y sus mujeres que
cosechaban papas, que la lluvia llegaba. Con la barreta en alto y sus músculos
de treinta años forjados en la fragua de la vida sobre el yunque del campo,
padre de tres hijos Victor de diez Grimaneza de nueve y Sabino de ocho años,
arriero por afición y herencia Leandro dijo:
-¡ Apúrate que nos gana la tarde! - Con su mirar sincero como su
valle de origen, miró hacia el poniente vio mal pintado por el pincel del
tiempo un arco iris. Las papas recién paridas por la tierra permanecían tiradas
en el potrero donde las escarbaban, esperando ser recogidas.
-¡ Llenen los sacos que mañana salimos! - Victor a ratos trabajando
a ratos jugando acomodaba los cueros de las caronas de los asnos y las reatas
que parecían culebras de cuero entre los
costales de papas. La noche les nubló los ojos, ella trajo misterio ensueño y
venció a los músculos y las fuerzas de toda aquella gente. Fue el canto del
gallo el que aviso de la alborada. Leandro encendió el candil que alumbró
temeroso y proyectó sombras fantasmales en el muro de la casa.
-¡ Victor Victor oye despierta! ¡ Avisa a los peones que vengan a
cargar los burros! -Todos se movieron somnolientos.
-¡ Zoo! ¡Zoo! ¡ Burro mañoso! - ¡ Primero al negro! - ¡Al burro
blanco ponle el saco de bayeta! ……. - ¡ A la burra ponle el saco más chico!-¡
Aprieta bien la reata! - ¡Zoo! !Zoo!
¡Burro ¡Burro! - Así finalizaron
la faena de cargar.
¡ Victor ya está listo tu caballo moro y el sayno! - ¡ Si papá ya
están listo! - El sol despuntaba al nevado ya eran una hilera arriera que
serpenteaba la cinta de pircas tendidas entre los potreros, que es el callejón.
A las once de la mañana comían tostado con queso en la parte más alta llamada la pascana del alto. Expresó Leandro al re - iniciar su caminar
-¡ Victor nuestra semilla de papas de Carumas es muy apreciada en
Moquegua!- Victor por primera vez viajaba a aquella ciudad, emocionado y algo
extrañado contempló la nieve que abrazaba a las yaretas. La nieve herida por
los rayos solares emiten destellos brillantes que caían en su retina
produciéndole cierta incomodidad. El
viento cargado de frío se quejaba entre los hichus y les trasmitía su dolor
dejándoles los dedos paralizados y las orejas dolidas. El cielo comenzó a
vestirse de luto con negros nubarrones luego a llorara con lagrimas de granizo
y aguacero las que corrían por las quebradas que son las arrugas en las
mejillas de la tierra. Dijo Leandro:
- ¡ Tenemos que llegar al
alto de Otora allá merma la lluvia! - Pasaron por aquel lugar con los asnos
cansados y menos lluvia. Acurrucada llegó la tarde y los sorprendió en la
cuesta de Paralaque.Los burros cansados por la carga caminaban jadeantes,
sudorosos. Llegaron a la parte más alta de donde se avistaba todo el valle de
Torata y parte del valle de Yacango El
último en llegar a la cima fue Victor. En ella con vista exploradora recorrió
el paisaje y exclamó:
- ¡Papá que bonitas chacras!
¡ Que bonitos potreros! - ¡ Esas casitas que bonitas se ven - ¡ Oh … Aquel cerro! - ¡ ¿Cómo se llama? ! A
lo lejos estaba como un sombrero gigante puesto justo en la colina del valle.
Centinela de granito y tierra Verruga de roca surgida desde el centro de la
corteza terrestre hacia la superficie Erguido misterioso diferente a los demás
cerros vecinos. Era un brazo de la tierra que se levantaba implorando al cielo
una plegaria silenciosa. Así pensó Victor.- ¡ Quien lo haría tan redondo! -
¡Quién cortó los bordes tan formados! ¿ ¡ Era un banco gigante donde se sentaba
un ser fabuloso de los cuentos de la abuela?! - ¡ No! Era solo un cerro pero
diferente. Leandro al verlo con la mirada pasmada le respondió - Ese es el cerro Baúl- Victor siguió pensando será como el baúl que
tenia en un rincón la abuela donde guardaba misteriosos enseres allá donde vio
por primera vez cosas desconocidas como un reloj de oro con música, soles de
plata de nueve décimos una jarrita de
cristal muy brillante unas polleras de terciopelo de cuando su abuela era
joven. Comenzaron a descender. La forma del cerro cambiaba a veces redondo
alargado como ataúd otras a medida que era otro el ángulo visual. A las seis de
la tarde una anciana que vendía pan en Torata vio pasar a la recua y sus
arrieros. Al llegar a Yacango con sombras nocturnas, allá estaba el cerro más
cerca más imponente, aprecia más alto que los otros e inaccesible, esta vez
alargado como si fuera un cordero cuando come con la cabeza gacha en el potrero
del mundo A la hora de la oración estaban saliendo del valle de Yacango, al
penetrar a la quebrada de Mollisaja Leandro vio a los burros con las orejas
alertas indicadoras de preocupación, repentinamente apareció una niebla tenue y
un frío intenso, los caballos resoplaron, los asnos comenzaron a cocear
asustados.
- ¡ Victor ataja la tropa que se disparan! - Enfiló su caballo
Victor para cortar la huida. De pronto cual si fuera una misteriosa orden las
acémilas se quedaron quietas. Como si Dios hubiese hecho el silencio en ese
instante, este se hizo presente y duró al parecer una eternidad
.- ¡ Tin Tin Tin … Tin … Tin ! Fue rasgado el silencio repentinamente . Sonido parecido al
cencerro de las vacas. No….. No…. No era sencerro . -¡ Tin Tin.. .. Tin ….
Tin..! Era un cascabeleo cada vez más intenso Se les helaron las venas, como si
la nieve de la puna se les hubiera metido en el alma Tintineo que hacia tiritar
loa músculos y la mente no podía controlarlos. Después de percibir un intenso
olor a tierra húmeda a barro a agua nueva, apareció ante sus miradas atónitas
un toro color barroso . Más cascabeleo que paralizaba el valor: El toro comenzó
a mugir con una voz lastimera, como si estuviera llamando a la misma muerte.
Tenia los ojos salientes, eran dos brazas en un fogón .No eran dos rubíes enormes. La lengua proyectada hacia un lado
del hocico del cual pendía una baba reluciente
No era baba eran hilas de plata
El bao de las fosas nasales del toro se congelaban en el ambiente, cuernos
gachos filosos dorados dos barras de oro recién pulidas de donde pendía una
cadena reluciente como la nieve del Alto, cada eslabón de la cadena tintineaba
uno más que otro. Pasó rápidamente ante sus miradas pasmadas a la distancia de
unos quince metros, arrastrando la cadena: Los músculos del toro tallados en
roca las cerdas de oro en el redondo lomo, donde había una escarcha de plata,
cascos blancos de marfil sus pelos color greda recién dejada por el río. Se
perdió en un recodo de la quebrada allí también murió el tintineo para siempre.
Los asnos corrieron despavoridos hasta el mogote y con ellos los caballos y
jinetes ya lejos de allí recién volvió el pensar a la mente de Leandro y el
habla a la boca de Victor, quien dijo :
- ¡ Papá tengo mucho miedo ! ¿ ¡ Que fue eso !? -Leandro respondió
- No te asustes era solo un toro - Y pensó para si - ¿ si le hubiera quitado la cadena ?
-¡ Víctor dame el farol y los
fósforos que están en las alforjas, voy
a quitarle la cadena al toro ! - Regresó a la quebrada movido por la ambición .
A lo lejos un aullido moribundo de un
perro se confundió con el ruido del río que hacia su primera entrada . Llegó al
recodo de la quebrada. Bajó del caballo, alumbró con el farol para ver el
rastro y huella de la cadena, solo vio
la cadena reluciente al tratar de tocarla sintió como un fuego intenso
que le impidió tomarla y a la vez lo invadió un miedo intenso, temeroso
regresó.
- ¡ Arrea Victor que la quebrada del Arrastrao es muy pesada ! - ¡
Apuremos ¡- Amanecieron en una finca de
Moquegua. Leandro contó lo sucedido al dueño del lugar, ambos quedaron
pensando. Tal vez sea el encanto del cerro Baúl Tal vez sea el designio de la
fortuna . Tal vez un alma en pena . Quien sabe.
4 - LA Maldición DEL
CAPORAL
El valle poblado de jorobadas vides, que proyectan sus ramas, cual
manos ofreciendo, dorados, negros, rosados racimos de uvas. Sabores diferentes, néctares de
dioses, dulzores de uvas para los mas refinados paladares, que se disputan la
exquisitez , las del fundo Yaravico con las del fundo Locumbilla. Últimos días
del mes de Mayo y primeros de Abril. Tiempo de vendimia, calderos de cobre y
estaño, pailas, peroles, cazos, odres sedientos. Prensas , lagares dispuestos a
llorar mosto. Uvas listas para someterse a la sangría, de la que solo quedarán
escuálidos escobajos y calaverinos hollejos. Los capachos (especie de serones
forrados en cuero) hermanos gemelos en
los lomos de los burros, mulas, con sus bocas abiertas para recibir la cosecha.
Vivencias que se escapan por entre los dedos del tiempo. Tiempos de bonanza,
que partieron con gloria dejando un suspiro que se nutrió de boca en boca. Don
Felipe Estrada hombre bondadoso de mucha fe, viñatero , excelente bodeguero,
trabajador constante, siempre presto a regalar una sonrisa que asomaba bajo sus
rubios bigotes, la entregaba con una mirada, penetrante, profunda, sincera, de sus ojos azules. De estatura
regular, músculos fuertes y duros como las ramas de los enormes molles que
desinteresados, regalaban su sombra a parte del corredor de la bodega del fundo
Yaravico de quien era dueño.
! Hoy comenzaremos la vendimia ! - Sonó su voz grave y fuerte.
Sincrónicamente levanto el brazo derecho, velludo dorado como las uvas, por el
sol eterno del valle, señaló la viña y termino
diciendo:
- ¡ Que sea buena cosecha para todos! - Españoles eran pocos, más mestizos indios y
esclavos negros, allá reunidos.
Conversando, silbando y protestando y
cantando. En el fundo Locumbilla, también‚ todos estaban en el mismo que
hacer. Contrastando con la nobleza, honestidad y bondad, como la noche del día,
vivía, relajada, placentera y opíparamente Doña Rosenda Sepúlveda viuda de Aragón, gorda
mujer de cobriza tez, timbre ronco en su voz, la que parecía acompañarse de un
eco, nacida de una boca grande, labios gruesos. Criticona, maliciosa lengua,
pequeña cara para enorme boca. Expreso doña Rosenda
- ¡ Sigan cosechando para que sigan pisando uvas! -¡ metan en las prensas las otras que
vienen de la viña chica! - En ese
momento se tomaba su ancha falda de color zanahoria, que pegada sobre su
prominente vientre y protuberantes nalgas parecía un enorme tronco vestido. El
mayordomo, misterioso hombre, de huidiza mirada, que días atrás llegó y fue
contratado para dirigir la cosecha. ¿ De donde venía?. Nadie lo sabia. Pero los
rumores decían que tenía poderes sobrenaturales, algunos decían que podía
transformar las cosas Escuchaba el
comentario de la dueña.
- ¡ Tengo la mejor cosecha de mi vida, alisten todos los odres
peroles para recibir el mosto! El sexto día de cosecha transcurría caluroso,
soleado. Como la mayoría de los del valle. Don Felipe Estrada hijo de España,
heredero del fundo Yaravico, la cosecha terminó.
- ¡ La señora Rosenda de Sepúlveda, la viuda, nos ha invitado !-
Dijo refiriéndose‚endose a paisanos suyos y algunos mestizos
- Hoy harán una fiesta
porque llegan sus hijas. Tu también‚ Cutino .-
Se refirió a un indio anciano que era de su confianza. En caballos unos,
en mulas otros, como cuentas de rosario hacia el fundo de Locumbilla. Estando
ya frente a la bodega se apreciaban las paredes de adobes, altos mojinetes con
techo de cañas con torta de barro ,las ventanas de ellos eran bocas sonrientes,
de las tres largas construcciones. El alero del corredor cubría con su tul de
sombra a los bancos y tarimas que había al rededor de una larga mesa. ,Dos
ventanas de hierro forjado dejaban ver el interior de la bodega, estaban
abrazados por una enredadera de flores negruzcas. La obesa señora al verlos
dijo:
-! Adelante don Felipe !
Estoy contenta con la cosecha ya tengo todos los peroles y odres llenos de
mosto y todavía tengo muchas uvas para pisar. Dos jóvenes mujeres llegaron en
briosos y bien aparejados caballos. Eran sus hijas, con idénticas facciones que la madre. El sol
pintaba el poniente con acuarelas multicolores, dejando sus últimas pinceladas
en la ladera, donde bien ubicada estaba la bodega. Hombres agotados, ante el
trabajo, rendidos, sudorosos, sedientos y hambrientos por la mezquindad de la
dueña, pies casi sangrantes de tanto pisar uvas en los lagares. Se rendían las
acémilas‚ respingando ante la carga de uvas en los capachos de sus lomos.
El mayordomo expreso ante la dueña:
-¡No hay en que llenar el mosto señora! -Ambiciosamente contestó
ésta.
- ¡ Que sigan pisando uvas hasta que el mosto llegue, hasta donde
estoy bailando con mis hijas. ! JA ! !Ja! !Ja -
Reía embriagada no por el vino sino por la avaricia.
- ¡ No insulte usted a Dios y a la naturaleza! - Dijo el mayordomo
.
- ¡ Perro sarnoso ! ¡ Atrevido ! ¡ contradecirme a mí ! !Te ordeno que sigan pisando y prensando
las uvas ! -El mayordomo, en rayos torno su mirada, arrugó el ceño como
enfurecido can, sus labios se movieron tan lentos que parecían grabar las
palabras con un frío acento que estremecía, y se proyectaron en el aire como martillos.
-¡ Por glotona ambiciosa por mezquina y perversa por
malvada vas a morir y después‚ de tu gloria; sola, abandonada y
sedienta, un hueco, será tu alma y tu
cuerpo, tanto que te gusta el vino ,tu vientre se secara !!! -
Doña Rosenda enfurecida : -
¡¡ Fuera de mi vista !! ¡¡Apártate antes que te mande a azotar!!! ¡¡¡ Maldito ! -El mayordomo salió. Continuo doña Rosenda :
- La jarana no tiene porque morir. - Una curvilínea guitarra con
acordes coquetones comenzó a alegrar la fiesta. En los lagares de la bodega,
los indios los esclavos, seguían en su agotadora faena. El mosto comenzó a
escurrirse hacia el suelo como un pequeño charco que crecía hacia el corredor,
donde discurría la fiesta. Se mezclaba con el orujo y el escobajo depositado en
un rincón del corredor. Dormidos en las prensas y lagares, quedaron los que
laboraban adentro. Afuera borrachos por el vino, agotados de tanto bailar, por
doquier en el amplio corredor quedaron los invitados, unos estirados en los
bancos, apoyados en la mesa otros, hasta don Felipe cayo seducido por Baco en
sus brazos . A doña Rosenda y a sus hijas, una atracción misteriosa las condujo
al rincón del comedor, donde el orujo escobajo y mosto ablandaron el suelo
.Comenzaron a bailar frenéticamente‚ dando tantas vueltas sobre sí mismas, cual
remolinos humanos. Paulatinamente, comenzaron a hundirse, primero los pies ,
luego las piernas El silencio invadió a la noche y a las mujeres. Se hundían muy lentamente ya hasta los muslos.
La noche extendió su negra mano más y más, hasta las estrellas cayeron en el
saco obscuro de esas horas. El frío de la noche se detuvo congelando de miedo a
todas las criaturas del lugar. Lentamente, desaparecieron sus cuerpos, sus
pechos y luego sus cabezas en la tierra, el silencio se eternizó .Las horas se
cayeron en el otoño diario del árbol del
tiempo y una de ellas trajo aullidos lastimeros de perros ,que hicieron
retornar a la existencia aquel lugar.
Las caricias del joven sol de la mañana, hizo tomar conciencia otra vez a las
criaturas diurnas. Primero el cantante y guitarrero, luego los demás hasta que
la luz estimuló las retinas de don Felipe Estrada. El indio Cutino ajado por
los años, aporreado por las horas del trasnochar, gritó asustado
-- ¡¡¡Vení acá papacho!!!-
En el rincón del corredor, todos se quedaron presos del asombro ,al contemplar
tres enormes recipientes de gran boca ,color cobrizo ,panzones huecos a los que
se le escurría un chorrito de mosto mezclado con barro.
-¡¿ Dónde esta doña Rosenda y sus hijas ?! - ¡¿ Dónde esta el
mayordomo ?! - Nadie dio razón de ellos .Todos los allá presentes ,se retiraron
pensativos. Este acontecimiento se trasmitió de generación a generación en
diferentes versiones y dicen que desde aquel día aparecieron y se usaron para
guardar el vino ,las tinajas en el valle de Moquegua.
La maldición del mayordomo como una inalterable profecía se
cumplió. Hoy las tinajas, sedientas y abandonadas, son solo escritura de
arcilla; escrita en las tumbas de bodegas esqueléticas, que nos recuerdan
tiempos de esplendor y prosperidad, hoy
quedan algunas en el valle de Moquegua.
5 –LA DESPARRAMADA
Un personaje que entre el tumulto de la historia se pierde a paso
apresurado dejando como rastros, recuerdos y nostalgias entre árboles de paltas, cañas, mimbres y pueblo;
es el Canastero de Moquegua. Este personaje era poseído por un espíritu
juguetón bohemio apasionado por el juego
de azar: naipes pelea de gallos y perseguido sin tregua por el jinete de la
pobreza. Siempre como morada tenia una choza de cañas semitejidas con techo de
malojas, para confeccionar las canastas tenia que recolectar caña brava
varas de mimbre, para lo cual caminaba
descalzo por senderos que tal vez el solo conoció, transportaba en hombros toda
esa materia prima a su enclenque taller, que de herramientas contaba con una
lata vieja sobre la que apoyaba las cañas ya listadas con dos filos cuchillos
salidos así de una tosca piedra de afilar y una "cuchuna" con que
recolectaba su material. El proceso era todo un arte para él. Empezaba con unas varas en forma de cruz, las que sujetaba
con el pie, la gente lugareña decía que el pisar todos los días la Cruz,
símbolo de Cristo le traía mala suerte y pro eso no le paraba nunca ni un sol en sus bolsillos. Para acompañarse en
su tarea, pues era requisito vivir solo tenia en sus labios un silbar siempre
alegre de una marinera un vals de moda.
Primero tejía el asiento de la canasta con mimbre luego la caña que tenia que
ser de un espesor adecuado según el tipo de la canasta: para juguete de un niño
muy fina para compras de mas espesor,
mas espesor para cargar las paltas mas resistente y gruesa para los canastones
llamados "balay". En el revoque el acabado de la canasta se apreciaba
el arte del canastero.
De su taller salían canastas de juguete para niños canastas para
compras para recolectar fruta, para transportar paltas de la variedad"
Corriente" Limeña de Samegua hacia Chile, canastones enormes canastas de
metro y medio de diámetro para la siega del trigo.
Este fragmento de su vivencia es parte de ‚este personaje Pies
arrieros eternos que recorrieron diferentes y escondidos senderos para
recolectar mimbre y caña.
En las flautas de la quincha, el viento entonaba melodías del
destino. Sino poblado de pobreza y desilusión y desesperanza de vivir a pocos. En ese bosque de desdichas
y necesidades cabalgaba en brioso corcel el jinete del hambre. Y la miseria
Morenas viejas las cañas, tomadas de las manos en ronda de dolor formaban la
quincha de la choza que tenía sombrero de techo hecho de malojas. Dos chozas en
el mogote al costado del camino construidas con columnas de empeño, esfuerzo
,vigas de recuerdos y muchas penas como puerta. La choza principal constaba si
se puede llamar de un corredor y un
cuarto donde dormían las ilusiones moribundas las jóvenes picardías de Juan
Gigodes. En el centro de la choza una horqueta chueca de puntal que soportaba
todo el peso de la vida, como haciéndose‚ hacia un costado ante tanta desdicha
estaba una tarima, la cama de Juan, sobre las cañas unos cueros de cordero y
para tapar el frío de la nostalgia unas frazadas confidentes de amores y
pasiones, envejecidas por la vergüenza de conocer sus secretos. Al costado de
la tarima, un cajón de cargar fruta flamante mesa de noche sobre el cual un grasiento candil servia para romper la
obscuridad de la noche y las tinieblas de la vida de canastero de Juan.
Canastas tejía con cañas de alergia, mimbres de sonrisas para venderlas con la
melodía de un silbido, nacido del alma que siempre entonaba una alegre y
jaranera marinera. La otra choza de negro vestido, por el duelo eterno de la
ignorancia y del vicio de las bebidas alcohólicas de Juan era la cocina.
Maldiciendo la ocupación de canastero en un palo del techo colgaba una vieja y
destartalada canasta donde guardaba sus flacos alimentos y la sal con que
sazonaba la raquítica comida y su misma vida. En el rincón un fogón de adobes
al costado cenicientas ollas de barro parecían negra familia jugando Carnaval.
Juan y Ambrosio hacían correr de mano a mano una botella que contenía vino
tinto, que el día anterior les dio valor y audacia para robarle una oveja a
Eustaquio Oquendo hombre de pocos amigos arisco y mezquino que vivía en el
fundo El Abogado . Los labios morenos de Juan dejaron escapar unas palabras
para dirigirse a Ambrosio. - Ambrosio esta noche le damos vuelta a la oveja de
tacaño Eustaquio.
Los iris color caramelo de los ojos de Ambrosio afinaron las pupilas para divisar en
la ladera del Gentilar un jinete en brioso corcel una silueta característica de
policía. Dirigiéndose a Juan dijo:
- Negro nos fregamos viene un cachaco mas que seguro que el tacaño
de Eustaquio le pasó el talan de la
oveja.
Como impulsado por un resorte Juan se puso de pie y también‚ en su
mente comenzó a vibrar la astucia de negro mulato jaranero. Asustado exclamo:
- Ambrosio prende el fogón y calienta agua , haces mate y llevas
dos jarros a mi cama y entretienes al cachaco, cuéntale‚ cuentos de espanto de
esos que tu sabes.
- Pero compadre y la oveja.
- Has lo que te digo !caramba!
Rápidamente el policía estuvo frente a la choza. De uniforme verde
obscuro polainas negras kepí¡ con ribete amarillo fuete negro en mano, corcel
con bruñido bozal y bocado .Portaba pistola al cinto. El policía con voz
autoritaria interrogo:
- Oye ¿ acá vive Juan Gigodes ?
Si señor - nervioso contesto Ambrosio.
-¿ Quién eres tu?
- Soy Ambrosio Larcoya.
- Bueno está o no está ese
tal Juan Gigodes.
- Si esta ..... el ...el está ...acostado - arrastro las palabras
Descabalgó el policía
- Voy a ver a ese bribón dicen que le a robado una oveja a
Eustaquio Oquendo, con paso firme el policía entro a la choza . El tiempo
pareció detenerse para Ambrosio, todo lo que tardo el custodio del orden en
salir de la choza. Todo lo que pudo escuchar fue
- No hay luz en esta pocilga? -Salió el policía diciendo:
- Oye tu amigo es un gran pícaro pero lo esperaré‚ hasta que salga.
El agua de la olla comenzó a humear. Para descongelar el temor
Ambrosio inicio el dialogo que
hábilmente llevo hacia los cuentos de espanto: de La Cabeza ,de la Bruja
del Condado, del Muerto de la Quebrada
Honda, El duende de Churrucas, y otros. La voz de Juan corto la charla -
Ambrosio trae dos mates para calentar el cuerpo. -Hasta el humo de los jarros
salía quedo temeroso por el acto delictivo. Ya junto en la cama de Juan con los
dos jarros en las manos Juan le dijo en voz baja
- Déjalos sobre el cajón y sigue entreteniendo al cachaco.- En la
obscuridad solo pudo distinguir al gallo y no a la oveja. Al salir el policía
exclamo:
- Cuándo va salir ese
zamarro? -Pero ya sensibilizado hacia el miedo por los cuentos narrados por
Ambrosio ,decidió retornar a la ciudad.
En la ladera del Gentilar la obscuridad se tragaba lentamente al
jinete custodio de la ley, desapareciendo del paisaje crepuscular del campo.
- Oye negro que le dijiste al cachaco y donde metiste a la oveja.?
-A para eso esta el ingenio. Trae la botella de vino y pásame un
trago .- . El vaso era un canuto cortado de caña donde de nuevo comenzó a
circular el vino sin parar.
- Juan ya esta inquieta de
repente nos delata.- acotó Ambrosio hombre de baja estatura pero de gran
picardía - Mejor voy a darle un poco de pasto - Prosiguió
dirigiéndose‚ a paso lento a tomar unas hierbas allá cortadas.
En la horqueta central de la choza dormitorio, atada del cuello una
oveja blanca con una cabuya. En un rincón cantaba un gallo Flor de Haba listo
para la pelea del domingo. Contando chistes chascarros y aventuras pasaron cada
carcajada se mojaba con un sabroso vino tinto de la bodega de Los Chire . El
sol recostado en el poniente sobre el ensangrentado manto de nubes agotado
también‚ de tanto calentar el día así como los dos amigos, que sentados sobre
unas piedras vivían en cámara lenta.
Juan se miraba los pies morenos descalzos de gruesa piel cuarteada cual bocas clamando
a los caminos que las distancias se hicieran mas cortas
Ambrosio preguntó - ¿Cómo escondiste a la oveja?
Juan dijo: -Sencillo compadre me acosté‚ con la oveja y le dije que estaba acostado con mi mujer La
Desparramada y que ella es tan vergonzosa que no quería que la viera nadie a la
cara y por eso estaba tapada hasta la cabeza y que me dejara terminar mi pena
de mujer.
Nuevamente reía sin parar .Ambrosio pregunto:- Oye negro y que le
dijiste a la oveja .
- Que los cachacos son muy miedosos y que estaba muy rica como para
comérmela‚ en asado .- Que te contesto la lanuda -
- Que me comiera a mi compadre Ambrosio.
Esta vez la risa fue a dúo que hizo eco en cualquier lugar de la
noche ,era mas sonora mas picara mas jaranera .La noche parecía también‚ sonreír
con las estrellas y los luceros ,esa noche vinera.
6 - RECOGIENDO LOS PASOS
Pletórico de flores, en azahares, frutos manjares de la naturaleza
servida en el mantel verde del valle; los puquios bullían frescas aguas
cristalinas, los arroyos espejos de plata donde se maquilla la luna; mimaba la
brisa con trinos de gorriones y jilgueros, fondo musical en la tranquila vida
de aquel oasis en el valle. Dicen que la maldad en las quebradas se había
escurrido con el mosto de las uvas, sus
habitantes con sus corazones palpitantes de bondad, armonía y dulzura. En ellos
nunca se asomó la venganza, el odio la envidia; nunca surcó en su cielo la
codicia ni malsanas intenciones.
El sol brochazos de luz de oro, pintaba miel en los frutos de
damascos, higos, pacaes, chirimoyas y paltas. Los animales deambulaban juntos
sin malicia . En ese dique de tranquilidad, paz, amor, transcurría serena la
vida. Era un pedazo del Edén que al caer en la tierra salpicó cerros quebradas
y pampas.
Los días emanaban desde el fondo del manantial del tiempo, todo era
paz, bondad, esperanza, alegría, tranquilidad, que se transformó con el tiempo
en un remolino que caminaba por los sendero. Este remolino tocó animales,
plantas, seres humanos. Así Dios puso infinito amor en este terruño. Se
desglosaron las estaciones varias veces en el libro eterno del tiempo y
apareció otro remolino con un frío tétrico: era otro remolino, helaba los
huesos, hacia temblar las hojas de los árboles. Otros dicen que era remolino de
fuego y chispas, cada chispa era una gota de maldad y envidia, avaricia,
lujuria, discordia y traición. Todos los seres vivientes huían de su sendero
para no encontrarse con el. Animales y hombres buscaron sin saber que y
encontraron al buen remolino sauces, cañas a la rivera de un arroyo, salpicado
de margaritas, manchado de campanillas multicolores, jugueteaba con las alas de
las libélulas, cantaba con las cuculíes, quebraba el liquido cristal en gotas
de dulzura. Llegó después, el remolino malo, chispeante y gritando como los zorros en celo, Al
encontrarse ambos, se escuchó una voz ronca y profunda, lúgubre parecía salir
de un socavón .Dijo :- ¡Buen remolino bueno !. Quiero ser tu hermano, yo te
daré mi astucia, mi ingenio; tu me darás
tu bondad, amor y seremos los dioses de estos lugares, ven toma este fuego
chispeante para que te de poder, solo tócame y serás poderoso.- El remolino
bueno no quiso tocarlo , pero el malo fingiendo que se caía abrazó al bueno y
le transmitió malicia y este sintió por primera vez tristeza. El mal remolino
buco otra oportunidad y la encontró una noche sin luna ni estrellas en
presencia de todos los vivientes del valle a las cero horas. Era una noche, que
llego más obscura que nunca. El mal remolino se disfrazó de brisa y engañó al remolino bueno, haciéndole beber de
un recipiente que en el tenia el miedo
de la noche. Se escuchó una voz grave en todo el oasis, luego surgió un
torbellino entre los dos remolinos, fuego chispeante, gritos, cual zorros en
pelea; ayes lastimeros, frío intenso, que se despedazó en miles de chispas,
cada una de las cuales penetró en los hombres
convirtiéndose el parte de sus almas, Luego todo fue caos, huyeron unos
de otros despavoridos; temerosos nacieron sus instintos malévolos y todos
tuvieron necesidades.
Desde aquel instante fueron mortales los hombres, fueron malos,
mentirosos unos, avaros, otros engañeros. Todos sufrían la vida.
Refieren que desde aquel día, antes que un hombre muera, en la
noche oscura sin luna y estrellas, sale una bola de fuego por las quebradas, caminos
y montes, echa chispas y deja como huellas gotas de sangre grito lastimero,
tétrico de ¡CUAJJJ…! Dos remolinos que en pelea vagan limpiando sus culpas
tratando de separarse, en el momento en que se separan es cuando muere una persona.
El remolino bueno será una luz fugaz en el firmamento, cuando salen
las estrellas y el remolino malo se hace frío, y sombra en la noche, que se
pierde entre montes, huertas y quebradas sembrando, miseria hambre y sequía.
Actualmente de vez en cuando, alguien que camine en una noche
oscura, sin estrellas y sin luna y tenga la mala visión de ver la bola de fuego
con su grito lastimero, de espanto, vagando en los senderos; esa es un alma que
recoge sus pasos, según relatan los hombres del campo que viven en el valle de Moquegua. Dicen que es el grito de
“La Cabeza” que vaga en los campos
7 – CAÑA BARRRO
Llegaron sigilosamente cemento y ladrillo de la mano,
trabaron buena amistad con la arena, así se armó un trío fuerte que comenzó a
luchar contra el adobe la caña brava y el barro, otro trío que dominó alguna
vez la ciudad de Moquegua. La caña brava, barro y adobe agoniza y con ellos el
un personaje. Viene uno joven con mucho vigor con hierro y ladrillo.
Este hombre que levaba a
cuestas 30 a 40 años revolcados en montones de yeso pintura de ocre cascote
piedras y barro; vestía sombrero de paño con pecas de colores, las gotas de
múltiples pinturas de ocre, ala caída como las cornisas de caña de las casas;
siempre roto en la copa para ventilar la cabeza. Camisa de dril que fue de
color café claro, que por tantas fachadas de casa pintadas cambió de color,
como un arco iris roto y estampado en su tela, era una paleta de pintor.
Pantalones azules endurecidos por el ocre, yeso y engrudo se quedaban parados
solos, rotos en las rodillas para hablar por esas bocas que habían trabajado
mucho. Zapatos de grueso cuero para cansar a los caminos y las calles empedradas,
con la lengua afuera lamiendo la rutina de la ciudad al río, olvidadizos no se
recordaban donde habían perdido las suelas, ya agotados bostezaban mostrando
como dientes a los clavos.
Este personaje podía ser
blanco, cholo, mulato o mestizo; con bigote o con barba, fuerte o débil, gordo
o flaco no importaba; pero si tenía que ser pícaro de mente ágil, bohemia,
amante de las mujeres; mitad arriero para guiar su recua siempre maestro para
darle el toque especial a su trabajo y ser completo poeta, tal vez borracho de
piscos y borracho de ilusiones; vivir en una pobre choza; pobre de profesión y
de oficio
Con la recua de burros flacos,
cual juguetes de peluche maltratados y viejos en el desván de la vida
hambrientos mal acaronados y con las angarillas con latas formando fila se
dirigían al río a traer piedra, tierra, cascote, cañas y granza. Al retornar
con las orejas gachas cansadas de la tarde y del trabajo menos hambrientos pues
en el río se buscaban alimento La
fachadas quedaban pintadas los zócalos estucados Y las calles eran las páginas
donde escribía sus poemas para las lindas mozas moqueguanas que pasaban. Par
los chiquillos que molestaban tenia un
léxico de buen arriero con toda la salsa de palabrotas y groserías.
Vivía según dice el refrán “
en casa de arquitecto paredes de quincha’’ pues su casa una desvergonzada choza
donde lo único decente era la caña brava y como fino abrigo techo de malojas,
que de muy caritativas criaban abundantes arañas y otros insectos. Flaco,
peludo y viejo habitante de compañía un perro inseparable amigo de siempre
La herramienta mas preciada,
los escuálidos burros; todos juntos hacían una familia muy particular. Mullida
cama de cueros de oveja, dados de baja del pelotón de las caronas de los burros
como frazadas unos costales de yute que antes de cubrirlo del frío le
disimulaban la pobreza en la que decidía vivir.
Pasaron los días y uno empañetando una fachada, estando en su estado
habitual un poco borracho, y al ver pasar
una linda mujer a quien le dijo:
Moza de hermoso listón rojo
Que me miras arrogante
Por ti todo me mojo
Por detrás y por delante
La mujer le contestó - Viejo
atrevido grosero y seboso; - el le respondió:
Soy un poquito seboso
También algo sabrosón
Para ti tengo un trozo
Muy muy juguetón
La mujer sorprendida le tira
el pelo tornando rápidamente la cabeza y se aleja, él levanta la voz y le dice:
No te vayas vida con
reproche
Con la miel apenas quedo
Que voy hacer esta noche
Cuando me crezca otro dedo
Así continúa la vida de este
personaje, tan típico en años pasados en Moquegua. En otra oportunidad pasaba
un chalán en brioso corcel y le dijo:
En la calle de Moquegua
Jinete airoso cabalgas
Es caballo o yegua
Lo que llevas entre tus
nalgas
El heladero con su barril en
el hombro, con los sabores batidos de las frutas del valle, la característica
corneta. Cuando estaba pasando, el albañil de dice
Para esta sed sencilla
Heladero de cubo y cuchara
Dame uno de vainilla
Haber si se me para
.............la sed
Los policías de verde con
sus gorras y escudos con las lustradas polainas, su vara de cuero y su arma al
cinto, a los que se des decía pacos; para el también el albañil le tenia un
cuarteto
Paco de gorra y polainas
Que cuidas un poquito
No te agaches ni de baynas
Que se te rompe el pito
El hospital San Juan de Dios
al lado de la iglesia de Belén era regentado por monjas, estas salían a la
calle para hacer las compras de alimentos para los enfermos, da la casualidad
que una de ellas se encuentra con el albañil :
Un fraile se subió
Arriba del campanario
Y una monja le miraba
Las bolas ..... del rosario
No era raro también que
algún fraile se cruzara con este peculiar personaje:
Una monja se tiró
Del campanario para dentro
Y un fraile la aparó
Con todo el instrumento
Así transcurrían los días de
este peculiar personaje que era parte
del paisaje d pueblerino de Moquegua. Aquel que vivía tomando pisco barato en
cualquier cantina, el de la camisa pintarrajeada, el del sombrero raído por el
peso del trabajo y los pesares.
Dicen que un día la Santa
Iglesia le encomendó pintar el templo y comenzó a componer cuartetos a los
Santos y así a San Antonio le dijo:
Antonio buen Santo
De café sotana
Has gane tanto
Yo te daré a mi hermana
Siguió pintando y llegó al
pedestal de Santa Rosa de Lima y le dijo:
Santa Rosa de Lima
Bellísima peruana
Espanta mi flojera
Y rezaré una semana
Con el badilejo su hermano y
el empañetador su primo en mano llegó al pedestal donde se encontraba San
Martín de Porras; lo miraba de reojo y pensaba con los morenos hay que tener
cuidado pues son muy pícaros, comenzó a idear una cuarteta para él y así le
salió resta:
San Martín Santo mulato
Dame mucha plata
Por ti me quedo calato
Y hasta pierdo una pata
Misteriosamente fue
sorprendido cuando el Santo le respondió de la siguiente manera:
Hombre buen trabajador
vivaz y picarón
Fortunas tendrás mil
solo en tu corazón
Refieren que salió corriendo y nunca terminó el trabajo.
Asustado tembló tres días en su choza y después partió con su recua de burros
por el cerro San Bernabé a traer una carga de piedras de color negro para
empedrar el patio del convento una cruz para obtener su salvación y el perdón,
cada piedra la colocó en el lugar adecuado creando una obra de arte y así
también empedró sus nostalgias sus
recuerdos y sus vivencias de bohemia.
Un día amaneció diferente
y acaronó lentamente los burros y partió
entre carretillas, luego entre volquetes, rumas de arena, de bolsas de cemento,
de ladrillos, hormigón; apenas podían pasar sus burros rozando sus angarillas,
se le caían las latas pues llevaba en los lomos de sus burros todas sus
herramientas, el badilejo, el empañetador, la escalera con los trapos en las
puntas los cuales impedían arañar las paredes; el pico, la lampa, la barreta la
plomada la piola, la tiza, martillo regla de madera la bruña tela de talegas
que una vez usó para los tumbadillos, tachuelas, a la recua le chorreaba la
desdicha en fila india pasaron por el puente de La Villa lentos los vieron por
Los Angeles hacia arriba después alguien dijo haberlos visto por Yacango.
Donde a una señora en su
burra le dijo:
Mi burro se desespera
Al ver su burra tierna
Creo que es primavera
Pues le creció otra pierna
Luego doblado por el peso de
la tristeza, su sombrero le colgaba escurriéndose en su cabeza. Por Torata los
burros se mancharon de rojo ocre, el
vistió su ultimo poncho multicolor de pinturas y como último cuarteto al
ver a una viuda le dijo:
De luto estas me han dicho
De tanto llorar tuerta
Alista todo tu nicho
Para mi carne muerta
Luego dicen que lo vieron
sangrar ocre por su nariz, continuó camino arriba en zigzag por los callejones de La Banda
entre molinos viejos totoras y carrizos
se perdió entre los cerros del tiempo para no regresar mas por las
calles de Moquegua, alguien dice que se fue a los pueblos del interior nadie
sabe donde se fue el albañil
Noche en el día
La mañana en su esplendor con sol radiante. Cantan las aves alegres
en el campo El padre en la tarea de regar le trigo en espigas en compañía del
su hijo Javier Conversaban de las aves
que algunas veces eran dañinas para los cultivos.
Todo parecía que era un día mas de los de las actividades del
campo. Repentinamente comenzaron a sentir frío, luego comenzó a obscurecerse
lentamente, cada vez mas y mas obscuro, aparecieron las estrellas y aumento el
frío los dos sorprendidos por que se hizo de noche en pleno día
El hijo Javier de unos 15 años que no entendía bien lo que sucedía
pregunta al padre:
-¿ Que esta pasando?
Llega corriendo la vecina doña Gumercinda asustada también
Comienzan a cantar los gallos, también las lechuzas. El calor
del día se convierte en frío
Los perros aúllan. Las vacas del vecino Alejandro balan reclamando
a sus terneros Los caballos relinchan. Salen las estrellas en pleno día El
lucero del norte alumbra como nunca.
Llega corriendo asustado el hijo Juan Todos se colocan junto al padre El
agua del riego se hace mas fría Los grillos comienzan a cantar Los sapos a
croar Doña Gumercinda llora implorando al Señor de Locumba Javier reza desesperado Juan exclama se termina el mundo Las ovejas
del potrero colindante en fila se dirigen al corral El burro rebuzna como nunca
a esa hora. Todo en un instante El tiempo se hace interminable Lloran los hijos
reclamando a la madre que esta en la casa La sombra de la noche es cada vez mas
intensa Se escuchan gritos y llantos a lo lejos
Luego paulatinamente comienza nuevamente a brillar el sol Todos
arrodillados dan gracias a Dios. Luego reaccionan y corren a sus casas
El día continua el sol sigue su curso Es así como vivieron el eclipse del siglo
pasado en el campo
El engreído
El aire con mil olores perseguía la
nariz negra y húmeda , cuyo fino pelo le decía que iba a ser un noche de mucho
frío. Noche Buena sus ojos color oscuro
buscaba entre los compradores otra mirada Alboroto entre los compradores ojos que miraban a diferentes ojos. Cuanto
cuesta el orejón decía una señora Cuanto cuesta el lorito preguntaba un niño
Cuanto cuesta la tortuguita preguntaba una señorita Cuanto cuesta ese gatito
preguntaba un señor muy serio El bullicio de los loros el gorgoteo de las
peceras, los maullidos de los gatos y el silencioso olisquear de los perros:
unos ojos negro oscuro buscando otra mirada. Ya te conocía con anticipación su
cola al moverse dijo porque has tardado
tanto, te estoy esperando hace rato y ya estoy hambriento. Por algo dicen
algunos que los animales ven por los
ojos de los amos y los amos ven por los ojos de los animales. Los ojos de los
animales también ven el corazón de las personas. Escuchan los sentimientos, los
temores y las intenciones de la gente. Comen con el hambre del pueblo o lugar
donde viven, mas pobres mas hambre y menos comida mas ricos y menos hambre y
mas comida. Este era un color del chocolate de la noche de Navidad, con unos
ojos como dos uvas semi negras de las de la noche de año nuevo, orejas largas y suaves como los peluches de
las niñas, patas cortas como el tiempo
de niñez que vagamente se recuerda,
largo tal suspiro de nostalgia por la brevedad de la vida, y su nariz, nunca
antes vista negra chuño recién salido del
pozo es decir negro y frío con dos lunares minúsculos, nariz hecha para
ser siempre para ser acariciada.
Me miro a lo mas profundo de
mis ojos y yo a los de el desde ese día sus ojos fueron mis ojos y los de el
mis ojos. Su cola me invitó a que lo llevara de inmediato. Caminé con él en
brazos y hasta el dolor de mis piernas enfermas se alivió. Fue por un pedido de
mis hijas para la noche buena – Esta Navidad si no hay algo vivo en nuestros zapatos no es Navidad –
Ya en la casa lo escondí en
una caja para entregárselo a las 12 de la noche. Llega la hora de entregar los
presentes Todo era algarabía comenzaron
a salir los regalos unos peluches juguetes a pilas que imitaban un ladrido unas muñecas que lloraban y cerraban los ojos
otras que hablaban, silbatos con sonidos de sirenas, salieron al balcón alegres
todos los niños orgullosos los niños de los vecinos también mostraban los suyos
contentos. La abuela Adela contenta y feliz al ver sus nietos rebosantes de
alegría y felicidad Vengan a cantar al Niño Jesús Trae el cuaderno con los
villancicos Destapa al niño Jesús Todo
era un alboroto de alegría y jolgorio Mis hijas un poco descontentas pues ellas
esperaban otra cosa Entonces lo saqué. Para todos niños presentes se les terminaron los
juguetes convencionales todos se volvieron hacia el y fue desde ese día su
nuevo entretenimiento. Solo para darle el nombre pasaron como 6 noches enteras.
Establecer las reglas Solo entrará
hasta la cocina. Se lo tendrá solo
afuera. Quien le dará de comer. Quien
limpiará. Quien lo sacará a pasear. La reglas y normas duraron poco. El
pícaro ganó primero la cocina luego el comedor posteriormente la sala luego el
dormitorio y como triunfo los pies de la cama. ¿Como lo logró? Nadie los sabe.
La dueña lo aceptó y es la que lo atiende y lo cuida con mas esmero. El que lo
compró es que le acaricia la nariz. Las que lo pidieron son las que mas lo
miman. La construcción de su casa todo un acontecimiento La casa debía ser
desarmable de tales dimensiones para poderla llevar cuando se vaya de viaje.
¿En que lugar del carro va a viajar cuando nos traslademos? Primero conquistó
el territorio luego el amor de los habitantes del hogar. Entró sigilosamente
como sabe hacerlo en el corazón de cada uno. Nos enseñó la unión familiar, a departir mas durante la
cena, amor a la naturaleza, amar a los animales, a sufrir con sus enfermedades,
a tener paciencia, a tolerar, a hacernos entender y entender a los animales, a
vivir mas unidos y sobre todo a valorar la efímera existencia.
Hoy los años lo llevan a
paso lento y le han dejado de recuerdos las canas en su hocico
Duerme mas y sueña menos
cada día. Es el perro Golfy sus ladridos se han caído con los días y hoy los
extraño
Club La Ladera
Le decían el Club La Ladera donde estaban
reunidos “El Pelinco”, El Zambo Pisapoco”y El Roque” la copa de pisco del la
bodega de Los Chire circulaba de mano a mano, mientras el viento se filtraba
entre las cañas de las quinchas sin barro que rodeaban a la choza el techo de
pajas escasas dejaba pasar los rayos del sol que con las sombras de las cañas
dibujaban en el piso un tablero de damas en el piso de tierra donde se jugaba
la partida de la vida del campo.
Así transcurrió la mañana y al llegar la
tarde bañó la choza la sombra de del cerro Los Ángeles, los tres allá presentes
ya muy risueños por el efecto del buen pisco puro. Estos personajes eran los
continuos y concurrentes socios del Club La Ladera.
El zambo Pisapoco moreno de gran picardía e ingenio para poner
apodos, tomar el pelo y experto en chascarros dijo:
-
Ya
está viviendo el Pisotón de Oso, pásame un trago antes que llegue.
El Pelinco hombre de mal carácter de
contextura delgada expresó:
-Seguro que viene a sermonearnos el Dedos de
Horqueta Como dijo Pulgar vamos a otro lugar
El Roque hombre de origen aymará de fuerte
mirada dijo:
-
El
Patagón viene a fregar
A lo lejos el sol cabalgaba en potro dorado
sobre los cerros del poniente, las palomas dejaban caer su canto desde de las
plantas de moras que crecían el la acequia de El Gallito. El callejón abría sus
brazos curvados de pircas con barro para proteger a una silueta de un hombre
alto, fornido y caminar pausado con su sombrero de paja de ala ancha; sus
brazos fuertes largos se movían lentamente al compás de sus pasos.
Poco a poco se fue acercando y ya se le podía
ver su tez banca en su cara redonda
ajada por el sol y el tiempo; cada vez mas cerca así lentamente llegó al club
“La Ladera” en la campiña de Moquegua. Antes de saludar pensó :
-Estos zamarros seguro que van a comenzar con
su bromas pesadas ¿Por qué habré nacido así?
Como quisiera no tenerlos.
El zambo Pisa poco dijo
-Oye pisotón de oso si tu hubieras nacido en
el tiempo de los Chimú seguro que su jefe no te habría soltado hasta la fecha
estarías haciendo barro para el templo de Chan Chan ¿ Ya te han hecho el
presupuesto para lustrar tus zapatos? Si es que los tienes pues solo en cuero
tienen que matar la yunta de bueyes de Ruperto. Tu no tienes empeine alto sino
que lo tienes de dos pisos, los hogos de tus pies los eliminas con el lampeado
en una jornada de ocho horas y bien
trabajadas Préstame tus zapatos para llevar una arroba de papas.
Todos reían
fuerte mostrando sus ralos y careados dientes.
El bajó la cabeza después de mirarlos
seriamente y dijo.
-Ya no comiencen con sus cosas
El pelinco expresó
-Ya has traído las reatas de don Alejo para
atarte los zapatos Me han dicho que te has quedado durmiendo en el potrero de
“El Rincón” y ya de noche en el dedo gordo de tu pie han amarrado la yegua
flaca de don Calixto Tu no tienes tendón de Aquiles sino de todos aquellos
Otra vez las risotadas
El Roque -Me han dicho que de las rajaduras
de tus pies salen lagartijas Calzas 45 pero de ancho Cuando compras zapatos
votas los zapatos y te pones las cajas
Nuevamente las risas sin parar
El con la sonrisa fingida dibujó su cara
expresiva y con una mirada profunda de paz y sinceridad dijo:
-Cuando hay muchos chanchos lo único que se
ve son trompas
El zambo pisapoco
-Cuando el mal es piojos no queda mas que
rascarse seguro que te has picado Ven tómate un trago y no jodas
El pensó -Como quisiera aunque sea no
tenerlos y así no tener que soportar a nadie ni a mi mismo.
Tomó un trago y se fue a dormir en una tarima
cubierta con unos cueros de oveja Esa noche soñó: que flotaba y saltaba en el
charco de la quebrada, de un piedra a la otra ágilmente sin siquiera tocar el
agua era una hormiga de agua que caminaba sobre el arroyo que riega la huerta
de chirimoyas
Al día siguiente, canino abajo se fue a paso
lento y así a paso por las sendas y por el tiempo Notó que el camino se los
agrandaba su piel comenzó a cambiar de
color con un marrón y también se volvió áspera como la corteza de los molles
del callejón. Estaban hinchados, las venas dilatadas estaban planos
El pesaba - Mejor sería no tenerlos
Un día amaneció sin un dedo El no se preocupó
Siempre casi todos los días en el club La
Ladera estaban los tres amigos.
El zambo Pisapoco comento con sus amigos
-Algo le pasa a pata ancha
Todos comentaron -Que tendrá
El salió otra vez por los caminos que esta
vez eran mas profundo por el ir y venir Pensaba – Mejor sería no tenerlos
El roque dijo
-El Patón esta mal de los de andar Se le ha
caído uno
El Zambo Pisapoco compadecido por su
amigo fue ver al curandero en la pampa de Tobolombo,
Julio Marcuyo este le dio un liquido en el que hizo hervir varias hierbas y le
dijo.
-Que se remoje con esto por una dos o tres
horas
El pelinco fue y trajo callacaces y malbas
para machacarlas y frotarle
Roque preparó un mate de chamico, higuerilla
, carrizo y grama
En una tarde todos reunidos lo esperaron y le
dijeron Queremos curarte Ya no te tomaremos el pelo y te molestaremos mas
El
iluminó la choza con una sonrisa de su rostro pues ya comenzaba a caer
la noche y pensó – Mejor sería no
tenerlos
Un búho inicio su canto en una horqueta desde
lo alto de la choza. Solo la hacía cuando alguien iba a morir
El pelinco le froto con su emplasto
El Roque le dio a tomar su mate
El zambo Pisapoco los comenzó y a lavarle Para entretenerse comenzaron a
pasar el pisco
El Roque con ojos desorbitados dijo:
-Miren se le están derritiendo -Todos se
acercaron y vieron que se desaparecían El sin sentir dolor los miro sonriente
con una cara de felicidad que hasta el momento nadie le había visto
El zambo Pisa poco salió corriendo
desesperado en su apuro resbaló cayó y se fracturó los dos pies son un sangrado
profuso que un caminante encontró al día siguiente como un charco rojo en el
camino por donde El caminaba
El Peinco huyo desaborido hacia el otro
callejón dicen que desde aquel día no volvió a beber nunca mas licor y que
enmudeció para siempre yéndose al vivir en las faldas del Huaracane de donde
desapareció
El Roque desesperado tomo la escopeta de
perdigones de atacar que había preparado para cazar las palomas y se disparó en
la cara perdió los dos ojos
El amaneció tullido Los vecinos vieron venir
una destartalada ambulancia de que bajaron una silla de ruedas en le cual se lo
llevaron
Sola quedó la choza abandonada el club “La
Ladera” y en el lugar donde el estuvo por última vez y cada vez que el búho canta en la horqueta
se aparecen dos enormes huellas de sus pies.
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